
Nos hacemos presentes en la sala de El método Kairós en el barrio de Palermo para asistir al estreno de la nueva obra del aclamado Rafael Spregelburd y que tiene en EL INCONSCIENTE un lugar muy especial siendo quien nos ha dado charlas y notas desde hace ya casi los seis años que lleva nuestra revista (exactamente en pocos días, el 21 de septiembre cumple 6 años) No es para menos nuestra emoción y expectativa y sin más preámbulos, ingresamos en una ensoñación llamada “Lúcido”.
Estamos en un restaurant con lo que parece ser una familia feliz, un festejo de cumpleaños de Lucas interpretado por un carismático Patricio Paz que, con una gran exaltación invita a su madre Tete (Merceditas Elordi) y su hermana Lucrecia (Sofia González) a brindar y disfrutar de una velada especial. Todo es celebración y todo es felicidad. El mozo del restaurant (Juan Pablo Carrasco) toma los pedidos y, a partir de ese momento, las conversaciones se desvirtúan y nos vamos perdiendo en tiempo y espacio. ¿Qué ocurre?, nos preguntamos. Las interpretaciones cambian de tono y se convierten en más oscuras, chatas y desganadas. Lucas está haciendo presencia de su propio sueño y lucha por dominarlo.

Las escenas transcurren dentro de un mismo espacio pero los ambientes son otros y eso está muy bien logrado por parte de la dirección. Vivenciamos una discusión entre Lucrecia y Teté, madre e hija. Con una frialdad atípica, Teté por momentos la destrata, en otros la maltrata expresándose de manera vehemente con su propia hija. Ella viene de un viaje de años y toca la puerta de su casa para hacer un reclamo.
Lucas vivencia episodios de alegría y tristeza, intenta domar a la fiera de sus sueños y sigue los consejos de su terapeuta que lo guía como una especie de chamán para recurrir a elementos y acciones de emergencia. Durante la hora y media que dura la pieza teatral, el espectador se sumerge en una especie de sueño donde Lucas sobrepasar obstáculos y se encuentra frente a frente con sus propios miedos, deseos y frustraciones. y entrelazarse en las historias que se llevan a cabo en cada capítulo de su realidad y de su propio sueño.

La muerte y la vida, la realidad inasible y lo soñado, y todo el espectro visible se va transformando junto a los espacios escénicos (del restaurant, a una cancha de fútbol, al living de la casa, en una cita de Teté con un desconocido…) Los espectadores entramos en un estado confusional donde estamos invitados a atar cabos, tal como lo hace un psicoanalista o un detective al tratar de develar un misterio. Todo está entrelazado, pero el hilo nos lleva a zonas desconocidas. Tal como en el universo de lo Inconsciente, podemos llegar a hacer consciente en un instante donde todo encuentra sentido y la vida nos golpea fuertemente.
Es en final de la obra donde se anuda los múltiples sentidos de todo el desarrollo de la obra, y como nos tiene habituados la dramaturgia de Spregelburd, nos estremece hasta llegar a sentir la piel de gallina con revelaciones y situaciones que tocan la sensibilidad de todos los que estamos presentes en la sala. Salimos obnubilados con la interpretación de Merceditas (merecido premio estrella de Mar) y de un elenco que honra esta obra en todo aspecto.

Lúcido invita a reflexionar, nos hiela la sangre y nos llega al corazón. Pasan los días y aún se digiere… Eso al Inconsciente lo complace, seguir metabolizando las emociones y la profunda comprensión de la ambivalencia inherente a los vínculos familiares. Una puesta en escena de las fantasías donde la vida y la muerte, la verdad y la ficción, los espacios y los tiempos se entrecruzan, y nos confronta con lo más vulnerable de nuestra humanidad.
