Fotos: Nacho Lunadei

Asistimos a la función de la nueva obra del dramaturgo Julián Marcove en el Nun Teatro para adentrarnos en un ascensor atascado y que tiene como protagonistas a Fernando de Rosa y Federico Ottone en su interior. 

Desperfectos transcurre en un ascensor donde dos vecinos quedan encerrados y deben convivir por un extenso lapso de tiempo allí dentro. Tanto uno como otro se muestra distante y empático por momentos. Teniendo en cuenta que los dos viven solos y que lo sociable no es lo suyo, experimentan una situación altamente peculiar e inimaginable para cada uno de ellos. “Estoy frente a un completo desconocido. ¿Qué hago? ¿Cómo salgo de este 2×2?”. 

Dentro de este ascensor ocurrirán forzosamente situaciones de encuentro, de desesperación, amargura, stress, ansiedad. Pasando por matices donde los personajes se conocen más en detalle hasta llegar al explotar en peleas efusivas. Los protagonistas transitan todos sus estados emocionales.

Nos preguntamos si esto es una metáfora para que el público pueda pensarse y reflejarse en la vivencia del  encierro obligatorio que impuso vivir en una época de pandemia. En todas o en alguna de todas estas emociones y estados, los espectadores nos podemos identificar con las reacciones de los personajes encerrados en este ascensor (o en un mundo donde la distancia física y el aislamiento fue flagrante).

La única manera de salir de este pozo ciego es juntando fuerzas y recurrir a lo más simple para desenredar la engorrosa situación. Queda descubrir cómo estos dos desesperados vecinos logran sortear este desperfecto.  Y esto es un acierto de la obra que nos permite internarnos en el encierro al tiempo que nos propone una puerta de salida.