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LOS PADRES TERRIBLES – Dirección: Daniel Veronese – por Claudia Gorenstein

Si Jean Cocteau se propuso en 1938 desafiar a la maldad y al egoísmo imperante en un período de guerra que motivaba la crítica y el absurdo en el arte, hoy Daniel Veronese nos trae a Los Padres Terribles para poner en cuestión el individualismo brutal que borra las fronteras no sólo de la empatía y la solidaridad, sino del mismísimo amor, como base de las relaciones amorosas, parentales y comunitarias.

Veronese actualiza esta pieza teatral invirtiendo los roles de la pareja de la obra original, en donde quien tiene un amor obsesivo por su hijo y es enfermizo y sobremedicado, es el padre y no la madre, y quien tuvo una amante y es errática y negligente, es la madre. Con esta perspectiva de género diferente, cambia necesariamente la posición de Leónie, la tía solterona, que en lugar de hermana de la madre de la famila y enamorada del padre de familia, pasa a ser hermana del padre y a estar pendiente del amor de Andrea, su cuñada. Su rol es una suerte de ancla, que impide la deriva de esa familia y -como a la vez entreteje la trama de las intervenciones de los otros personajes-, es significativo y magníficamente conducido por Ana Garibaldi.

Andrea, la madre prescindente, desenfocada, es una Ana Katz efectiva que, enamorada de Madelaine, la muchacha que su hijo conoció recientemente, y por la que quiere dejar la casa de sus padres, no resignará ninguna acción, por baja o dañina que resulte para Michel, su hijo.

EL padre, a su vez – encarnado brillantemente por Luis Ziembrowski-, vive empastillado e inyectándose insulina tan desmesuradamente como trata de consumir el amor de su hijo. 

A cargo de Max Suen se encuentra Michel, el hijo, un joven aniñado y dependiente, que trata de fugarse de ese encierro disfuncional, a través de su amor por Madelaine, mezcla de romance y simbiosis, que sustituye un todo por otro todo. 

La novia es Madelaine, en la piel de Sofía Gala Castiglione, en una personificación convincente, natural y fresca, como la encarnación de lo único que puede ser factor de cambio porque, ¿cómo se puede tener una relación amorosa cuando lo único que importa es uno mismo? ¿cómo se pueden construír vínculos de cualquier tipo, comunitarios, sociales, generacionales, cuando prevalecen los apetitos individuales por sobre todo lo demás?

SI quieren saber el por qué de estas preguntas y si tienen respuesta, pueden ver la obra en Sala Caras y Caretas,  Sarmiento 2037, CABA.  

Dramaturgia: Jean Cocteau

Dirección y adaptación: Daniel Veronese

Actúan: Luis Ziembrowski, Ana Katz, Sofia Gala Castiglione, Ana Garibaldi y Max Suen

Vestuario y escenografía: Rodrigo González Garillo

Diseño de luces: Jorge Pastorino

Diseño sonoro: Daniel Veronese

Fotografía y diseño gráfico: Patricio Vegezzi

Asistencia de dirección: Gonzalo Martínez

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