De Nicolás Barsoff, Miguel Israilevich
Dirección: Miguel Israilevich
Por Dra. Raquel Tesone
Fotos: Gentileza Prensa
Marisol Cambre
Esta obra elegida con acierto por La Bienal, exige a los espectadores adentrarse en temas muy complejos del ser humano: el saber sobre la vida, el no saber sobre la muerte y las cuestiones de fe que pueden llegar a bordear el fanatismo religioso, científico o sobrenatural, y que nos conducen a repensar a qué llamamos Realidad. Seis protagonistas con tres vidas y tres almas errantes en tres tiempos: pasado, presente y futuro, son el pretexto para convocar al público a la reflexión de estas temáticas, logrando un grado de profundidad extraordinario en su abordaje. Además, el entrecruzamiento de diferentes modelos de pensamiento y de creencias, nos confronta a las contradicciones, las dudas, las incertidumbres y el deseo de aferrarnos con fuerza a algún tipo de certeza que imponga un orden único al caos de la vida frente a la crisis de los paradigmas de pensar al ser humano.
La primer escena me reenvió de manera directa a mis comienzos como psicóloga, donde viví y padecí a manos de los “lacanianos” (más papistas que el Papa, ya que Lacan afirmó no ser lacaniano sino freudiano) escenas muy similares. El grado de comicidad que trasunta esta escena satiriza a los psicoanalistas que toman a la palabra de Freud y de Lacan como la palabra divina en un regodeo narcisista, donde lo que menos se tiene en cuenta, es el sufrimiento del paciente. Esta escena hace saltar carcajadas al público por la desorientación que los dos prototipos de psicoanalistas que supervisan promueven en quienes son supervisados. Estos personajes podrían parecer estereotipados, pero no lo son; ya que el director, Israilevich, nos cuenta que ha sido un gran observador del mundo psi, (su madre y su hermana son ambas psicoanalistas), y además, cuenta con años de trabajo en su análisis personal.
Las supervisoras, una de ellas, masculina, guarra y snob, la otra, afectada y reflexiva hasta la médula, parecen salidas de la Realidad del universo psi. “¡Hay que volver a Freud!” grita una de las supervisoras cuando cree transitar por el riesgo de descomposición del cuerpo teórico del psicoanálisis en vista del cuestionamiento de una de sus supervisadas. A través de un paciente japonés que se dedica al arte de ikebana, la psicóloga se pregunta si el psicoanálisis podría integrar el pensamiento oriental o si entra en contradicción con él, generando en la supervisora un desborde que es desopilante.
Se intercalan, una escena del pasado que retoma las relaciones familiares de Bernarda Alba y el lugar del hombre entre las mujeres, y otra escena del futuro, donde el hombre ya no tiene lugar, y donde las mujeres toman el poder.
La interpretación de los tres personajes de cada uno de los seis actores en escena son espléndidas, ya sea, los cambios rápidos de un personaje a otro, el manejo de la vestimenta que se modifica de un segundo a otro y la composición psicológica de cada uno de los personajes, son verdaderamente impecables. Se destaca en esto la dirección que trabaja con un muy buen manejo de los espacios y con diversos recursos, como el melodrama, elementos del breakdance para otorgar expresión en los cuerpos del futuro, consiguiendo que la obra cobre dinamismo con absoluta originalidad.
Maravillosa tanto la escenografía en madera como el vestuario de Isabel Gual que permite a través de las vestimentas y las cajas, simbolizar aún más las cuestiones que se abren y se cierran, las que se disfrazan, las que se ocultan, así como también, posibilita poder seguir a esas tres almas errantes en sus diversas vidas acompañado de una particular estética para cada situación.
La unión de estas almas queda en las manos de los espectadores en una libre interpretación.
Timbre 4