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AL DIVÁN EMILIO GARCÍA WEHBI – Por Dra. Raquel Tesone

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Foto: Nora Lezano

Emilio García Wehbi, uno de los miembros fundadores de El Periférico de Objetos que desde aquellos años logra sostener una gran producción independiente siendo un artista multifacético de renombre internacional. Abraza y entrecruza diversos saberes en su arte, abarcando desde la actuación, la dirección teatral, las perfomance hasta el arte visual y la docencia. Luego de la performance «Herodes Reloaded», me recibió en su casa en alto de estilo antiguo en su sala de reunión donde dicta los cursos. De fondo, una enorme biblioteca y diferentes materiales artísticos esparcidos en los rincones de su casa. Compartiendo unos mates, se dio este enriquecedor intercambio.

Gracias por recibirme. ¿Quisieras que hagamos una entrevista convencional o “Al Diván”, cómo si vos hubieses pedido una consulta conmigo?

La entrevista que vos prefieras.

Bueno, Emilio, entonces te escucho. Contame por qué consultas.

(Risas) Es tramposo eso. En realidad no consulto, me estás consultando vos, así que habría que continuar una ficción a partir de eso.

¿Y hay alguna diferencia entre realidad y ficción? Podríamos arrancar por ahí.

No… Yo diría que hay más elementos de ficción en la realidad que en la realidad misma.

Y para vos, ¿habría más verdad en la ficción?

Por supuesto, desde el punto de vista artístico siempre hay más verdad en la ficción que en la realidad. La realidad es básicamente una construcción social enmascarada para poder convivir en una serie de negociaciones que, más bien, implican una serie de claudicaciones de la subjetividad, del deseo, etc. Cuando la ficción se pone en juego en el medio artístico, porque también en ese medio hay una capa de construcción muy espesa, la ficción para mí, es un espacio de total libertad, de total relación con la realidad social.

¿Y también con tu verdad? ¿Hay alguna verdad que pones en juego?

A esos conceptos cerrados, les tengo fobia.

No me refiero a La verdad con mayúsculas, sino a tu verdad, tu verdad subjetiva.

Yo entiendo la obra artística como la expresión de un interrogante, si fuese la manifestación de una afirmación, se pierde el deseo de producir artísticamente. Son interrogantes que para ponerlo en tus palabras se relacionan con verdades subjetivas no absolutas y coyunturales. Por supuesto que está relacionada con mi subjetividad, mi historicidad, mi educación, mi deseo, mi sexualidad, etc.etc. pero tiene que ver con los tiempos que corren, del cómo me inserto yo como sujeto en el mundo y en esta temporalidad. Yo hago performance que se articulan en el tiempo presente, y cuando hablo de coyunturas, hablo de alguien que piensa críticamente. Ver la sombra en la luz de la contemporaneidad, como lo plantea Giorgio Agamben, la luz de la época es lo que se nos ilumina para que lo veamos, pero la cuestión es quedarse a ver la sombra de la época, esto lo plantea Giorgio Agamben en un texto que se llama ¿Qué es lo contemporáneo? No sé si me estoy derivando, pero estamos derivando bien en cuanto a la cuestión de la ficción.

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Foto: Nora Lezano

Y si nos metemos en la verdad de esta ficción, ya que sos actor, podrías actuar y pensar un motivo de consulta.

La palabra poética me gusta más que la palabra ficción, es más subjetiva en algún punto, me interesa pensar la vida como una poética. De qué modo el artista que me incumbe puede tener una vida construida de ese modo poético y no reservado para el momento de ficción social, vale decir, desde el momento que se nos asigna a los artistas para desarrollar nuestra poética; sino que la poética puede ser parte de un modus vivendi. Esto implica en algún punto ser bastante renuente a las convenciones sociales mayormente aceptadas, sobre todo, las que tienen que ver con los intercambios más suntuarios. Yo soy muy crítico de las prácticas artísticas más tradicionales o convencionales, las que reflejan más la situación del mercado. Tengo un pensamiento anarquista o más bien, anarco-marxista, si esto puede ser una categoría aún pensable en la contemporaneidad para pensarme a mí como artista y cómo me inserto en ese concierto.

¿Cómo ser artista dentro de las redes de poder del mercado, y hacer crítica inserto dentro del mercado? ¿Eso te genera algún conflicto?

Si vamos al juego de la consulta te diría que no, este tema lo tengo resuelto. No hago terapia, ni he hecho terapia más que en ocasiones de coyuntura, consulté por temas muy específicos frente a una angustia concreta y ha sido breve. Me ha servido para eliminar esos fantasmas, eliminarlos o ponerlos en su lugar.

¿Y cuál es ese lugar?

El lugar que te deje seguir viviendo con esos fantasmas. Toda mi angustia, toda mi fantasía, toda mi erótica, vale decir, todo lo que un sujeto tiene una vida si se quiere, más ordinaria, en el sentido del orden, suele consultar a un terapeuta, yo lo suprimo de algún modo a través de mi actividad artística. Siento que el arte ha cumplido la función de terapeuta.

Y entonces, ¿cuáles fueron tus motivos de consulta?

Angustias que no podía canalizar, porque no había un lugar posible, no porque era algo más complejo, sino porque no encontraba la forma de canalizarlo.

Y después de la consulta, ¿fue posible poner el fantasma en el arte o en algún otro lugar?

Si, pero mira, o se puso en otro lugar, o volvió al mismo lugar, pero sin perturbarme (risas). Puse mucho de todo esto en mi producción, en veinte y pico de años hice unas cincuenta obras, desde performance, ópera, teatro más convencional, instalación, artes visuales y todas tienen ésta médula. No trabajo lo cosmético, sino que me meto en lugares que son complicados también para mí porque funciona como expresión de mi inconsciente. No soy alguien que rechaza el psicoanálisis, pero lo hago a través del arte. Siempre fui autodidacta y otra de mis características es estar fuera de regulación. No tengo formación institucional de ningún tipo, pero soy una persona con mucha curiosidad. De hecho, no terminé ni el secundario.

Parece que ya eras un rebelde en la adolescencia. ¿y cómo lo tomaron tus padres?

Tuvieron que resistir (risas). Mi papá murió cuando yo era muy jovencito, a mis 18 años y mi mamá tenía una personalidad un poco endeble. Así que al principio, fue como cualquier gesto adolescente, pero luego fue una formación más autónoma, porque tampoco tuve hermanos. Mi resistencia tenía que ver con cómo yo entendía y me iba relacionando con el mundo. Era militante político de izquierda si bien no era de la izquierda dinosáurica, el PC, ni nada orgánico, sino participaba de lugares donde el pensamiento artístico podía fluir y no se veía contaminado por mandatos que venían desde Moscú o algo por el estilo. Esa relación con el mundo ha sido crítica, nada de lo que yo entendía como un modo posible de uno o de todos con el mundo, hablo de utopía, se veía realizada en ningún lugar. Entre mi ser social y el mundo, opuse mi resistencia a lo institucional, a la normativa.

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Foto: Nora Lezano

¿Es difícil manejarse en ese borde donde vos te moves?

Yo tuve la suerte de fundar El Periférico de Objetos, teatro alternativo post-dictadura, por llamarlo de alguna manera, eso fue a los 25 años. El Periférico se fundó en el 90 y con Daniel Veronese y Ana Alvarado fuimos compañeros durante 20 años, hasta el 2009. Fuimos conocidos y muy rápido tuvimos una inserción internacional, esto de ingresar a un lugar que nos empoderó, me permitió poder resistir a las instituciones.

Resistir desde adentro.

Si, desde el conjunto, pero no fue tan difícil como puede ser para otro que tenga que hacerse un camino. A mi me interesa la tensión, la fricción, y cómo ampliar ese espacio para encontrar la fisura del sistema y tratar de ensancharla. Es un poco el gesto que me marcó de adolescente, y volviendo a mi verdad subjetiva, esto no se ha modificado, pero si encontré formas nuevas de cómo discutir con el tiempo presente.

Hay algo de esta impronta en tu infancia. ¿Cómo eras de niño?

De niño fui bastante introvertido y reservado, ya asomaban algunos síntomas de lo artístico, con los actos de la escuela donde era puesto fijo. Luego en mi adolescencia fui muy opositor, generador de muchas resistencias, con los docentes, con la educación, pensá que en esa época hice mi primaria y secundario en la dictadura, y había mucha resistencia a lo instituido. Yo vivía en Villa Devoto y mis padres me mandaron a un colegio privado, bilingüe, el Villa Devoto School, hice primario y secundario hasta que me expulsaron por mal comportamiento (risas). Colegio que representaba a las capas medias con voluntad de ascenso social, con uniforme, cuando mi padre era un obrero que había podido independizarse y mi madre era una ama de casa. En cierta forma, yo estaba en un marco social que no me pertenecía. Mi papá era un viejo socialista utópico sin más que educación primaria, pero con sólidos principios socialistas, con la idea del progreso como ese non plus ultra a alcanzar, ese lugar al que había que llegar. Había discusiones con lo del uniforme, yo me le escapaba de la escuela, ese tipo de cosas que cuando se develaban…

Tu padre te dio todos los elementos para que te rebeles.

(Risas) ¡Tal cual! Creía que cuanto más podía pagar un colegio mejor era, cuando en aquel momento la educación pública todavía era como un lugar interesante, pese a la dictadura, poniéndolo en cotejo. Era una educación que correspondía a un orden social que a mi no me interesaba. Mi rebeldía hasta era con el uso del inglés, hoy hablo bien el inglés, pero por los viajes. Repetí un año de inglés en el secundario, y hacía mucho lío hasta que me expulsaron. Paradójicamente, mis padres no encontraban otro lugar que ponerme los dos últimos años en un colegio católico, pese a que mi padre era un ateo acérrimo y odiaba la curia. Terminé en el Colegio Claret, un colegio nefasto, los curas atroces, imaginate en la dictadura, Guerra de Malvinas, y un profesor narraba los partes diario de la guerra y yo me oponía y me dijo: no hay que hablar tanto, porque por hablar te pueden pasar cosas muy feas. Yo vivía en una nube de pedos, no entendía que estaba pasando en esa dictadura, pero las amenazas eran concretas. En ese marco, pensá lo que eso fue para mí, pero como vos decis, en algún punto se agradece porque fue una manera de llegar acá. Pero en mi adolescencia se cuaja o empieza a levar, mi relación con el mundo, con lo instituido, lo normativo y lo institucional.

Y nadie te pudo acallar.

No, porque encontré el camino artístico y a partir de encontrar esa relación con el arte y un lugar donde expresar ese modo de relacionarme con el mundo, pude seguir en ese camino. En el colegio, mientras todos estaban con la Biblia, yo leía un libro de Cortázar, era maximizar mi tiempo…

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Foto: Nora Lezano

¿Y qué te ocurrió en el Claret?

Debo materias aún. Ese ultimo año mi padre se enfermó de cáncer, entré en el servicio militar, último año de dictadura, en el 83, yo entro e Enero y Alfonsín asume en Octubre. Igual tuve 160 días de arresto, si hubiese ido tiempo antes, hubiera sido. Al salir del servicio militar, y tener mucha resistencia con mi padre, ese año me empiezo a reencontrar, y ahí se enferma y el cáncer lo mata muy rápido. Ese reencuentro fue una despedida.

Siendo tu padre un socialista utópico y ateo, ¿no crees que te reencontraste en algo que él deseaba?

Es muy posible… Finalmente, logré ese posicionamiento como artista por haberme empoderado con El Periférico. En el 87 se abre una audición para titiriteros del teatro San Martín y me presenté, y quedamos elegidos con Veronese y Ana Alvarado. Comíamos del teatro San Martín, pero creamos una obra artística que no tenía nada que ver con lo que se hacía en el San Martín. Cuando empezamos a girar en el exterior y tener nuestra autonomía económica, renunciamos a ese espacio, y cada uno empezó a reforzar los intereses personales que no tenía lugar dentro de El Periférico. Durante un tiempo, convivimos, Daniel escribía mucho en aquel tiempo, yo empecé a trabajar como artista visual al mismo tiempo, y de a poco, los caminos se fueron abriendo por las lógicas personales de cada uno, y primo más la estética personal a la estética colectiva del grupo. Es algo que me parece absolutamente sano y una forma de crecimiento.

Ahí te singularizaste desde lo multifacético.

Me gusta moverme en distintos espacios y la idea de romper los bordes, y estar en la fisura. Me interesa los límites, donde empieza el teatro y donde la ópera, donde empieza las artes visuales y donde el teatro, donde el teatro y el performance. En esos lugares me interesa ser más fuerte para discutir con el medio y conmigo mismo, y al mismo tiempo, ubicarme en un lugar de fragilidad, de modo de no tener la seguridad de saber hacer lo que hago, sino de encontrarme en que el desafío es estar en un territorio nuevo cada vez.

¿Y buscas ser expulsado de esos territorios o quisieras ser aceptado?

No, no ser aceptado, pero sí generar la posibilidad de visibilidad para marcar la diferencia, no para la integración. Es una operación política. No me interesa ni la televisión, ni el circuito comercial, me procuro mi vida de otro modo, por suerte, siempre dentro del campo artístico pero sin tener que recurrir a negociaciones nefasta con el circuito comercial o docente institucional. Soy docente particular en puesta en escena y dirección, doy clases acá. Hay una maestría en Teatro y Artes Vivas en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, donde soy docente invitado, y cada dos años viajo a dar clases allá, vale decir que estoy en espacios bastantes libertarios dentro de las instituciones, y acepto por conocer a los artistas que son parte de ese proyecto, pero trato de resistirme a la producción institucional, y siempre con en ciento por ciento de libertad. No negocio ningún tipo de condicionamiento de ningún tipo frente a lo artístico.

¿Te han querido condicionar?

No, ya no, he tenido mucha suerte en ese sentido y una decisión muy clara, y al mismo tiempo tuve la posibilidad de posicionarme en un lugar de reconocimiento que me permitió de empoderarme y no tener que negociar.

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Foto: Nora Lezano

Desde el lugar de poder, resistir al poder.

Exactamente. Ni outsider apocalíptico ni integrado, cómo ir nadando en ambas aguas, sin quedar ni de un lado ni del otro, quedarme en la fisura. Me gané ese lugar y está resuelto en términos económicos, si tengo 51 años y pude vivir así, no creo que tenga que hacer otra cosa, a futuro puedo ser libre de seguir en esa línea.

Hay una búsqueda de libertad constante.

Si, pero libertad es un compromiso con la ética. Por lo general, no queremos ser libres, porque cuanto más regulados estamos, menos esfuerzos uno tiene que hacer. La libertad es muy responsable y muy ética, es un trabajo importante. Me interesa ese trabajo a mí, y trabajo en simultáneo en muchos proyectos, no puedo trabajar en uno solo. Empecé a escribir porque necesitaba textos para poner en escena que no los encontraba escritos, y ahí empecé a escribirlos yo, y cuando tuve muchas obras, empecé a publicar. Publiqué un libro de textos y fotografías con Nora Lezano, Communitas, el año pasado publiqué otra obra que se llama Luzazul. En 2012, mi primer libro que se llama Botella en un mensaje.

Te gusta trabajar en paralelo es como si necesitaras nutrirte de diferentes espacios y no quedar enmarcado en ninguno, ni en la pintura, ni en la escritura, ni en el teatro…

Si, si es que estar haciendo muchas cosas al mismo tiempo me permite contrabandear situaciones de un proyecto a otro y establecer una relación posible entre ellos, de cualquier índole. Todo lo que hago tiene una relación, aunque los materiales no sean los mismos, me permiten generar derivas o asociaciones frágiles que me nutren de materiales y de cruzar proyectos.

¿Te sentís feliz?

No creo en la idea de felicidad. Me siento satisfecho con lo que produzco, pero para mi uno de los principios de la acción es la insatisfacción. La idea de deseo, no del goce que es más coyuntural, más temporal, la idea del deseo es siempre utópica. Esa búsqueda del deseo me impulsa, si estuviese satisfecho y feliz con lo que hago, no haría mas nada. Necesito lo nuevo, y lo otro, lo nuevo es más valioso que lo conocido, en el sentido, que el otro me completa y su diferencia me da valor a mí. La idea de la otredad me seduce mucho, y la búsqueda de lo nuevo es el deseo constante. En Herodes Reloaded por ejemplo, abordo la relación entre infancia y capitalismo. De qué modo el niño funciona como una prenda de mercado, y los padres también, cómo uno como padre es productor del sujeto de mercado. Yo soy padre de un hijo de 26 años y como padre reflexioné mucho sobre cómo educar a un niño potenciando su gesto de libertad y no sometiéndolo a mandatos o ideas que son mías y que no tienen que ser de él. De hecho, él mismo actuó hasta los 15 años y él mismo dijo, esto no me interesa más.

Un papá que deja lugar a la rebeldía.

Si, de hecho es un sujeto muy autónomo, fascinante y con mucha libertad.

Le diste las alas para volar.

Todo el tiempo estuve pensando en eso, era mi único Norte como padre, darle todas las herramientas posibles para que él pudiese elegir.

Entonces, como padre, lo lograste.

Espero que sí.

Dejamos acá.

Del otro lado del diván

Emilio acepta la consigna de la entrevista para luego oponerse sin que esto implique contradicción alguna, sino su carta misma de presentación. Dice ser un “opositor” y es consecuente con lo que es. La resistencia y la oposición es su forma de afrontar al mundo y al otro, y esto es parte constitutiva de su identidad y de la impronta esencial de su trabajo. En la medida que avanza la entrevista como un espacio de libertad, su “fobia” a quedar encerrado en conceptos o pre-conceptos que lo encorseten, cede. No hay demanda de análisis, ya que sus cuestiones y fantasmas en este momento parecieran estar reservados para su terapeuta: el arte. Por eso, para saber de Emilio, no es suficiente esta entrevista y quizás, tampoco muchas otras. En todo caso, es en sus obras donde el niño reservado e introvertido se expresa, y se puede mostrar; es allí donde puede simbolizar, representar y poner en juego su verdad. Sus trabajos artísticos serían como hijos simbólicos, donde él puede él tiene el “empoderamiento” como padre, donde su niño y su adolescente, pueden a través del arte, liberarse. En este sentido, las marcas de su padre y su rebelión, se manifiestan en el acto artístico al sublevarse frente a un sistema que engendra alienación. Gracias a su autonomía, pudo resistirse a las imposiciones de las instituciones y así, poder transformarse en un verdadero autodidacta.

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Foto: Nora Lezano

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