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AL DIVÁN DIEGO VELAZQUEZ – Por Dra. Raquel Tesone

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Diego Velázquez es un actor muy reconocido por su rol protagónico en la miniserie de la TV Pública: “Los sietes Locos y los lanzallamas” de la obra del escritor Roberto Arlt y ha  reestrenado en el teatro Cervantes otra obra de Arlt con un texto poético y un sentido del humor extraordinario. Su actuación es absolutamente magistral en esta pieza teatral intitulada: “Escritor fracasado”. Diego tiene una gran trayectoria en numerosas películas, ganando el premio al mejor actor del la película “La larga noche de Francisco Sanctis” en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Empieza este año 2020 con el reestreno de «Escritor fracasado» en el Espacio Callejón luego de su éxito del año pasado, y esta en dos obras de teatro más: «Miedo» y «Fanstasmatic, Invocación Stanislavsky». Se destacó en su rol de cura en obra de teatro «La Terquedad» presentada en Teatro Cervantes. Estrenando el 26 de abril del 2020, en medio de una pandemia en cuarentena a través de la red del Centro Cultural Kirschner, su película «Erdosain», otro homenaje a Arlt. Y fue premiado al mejor actor por el rol protagónico en la película «El maestro». 

Te prevengo que no tengo casi experiencia de ir a un psicólogo.

¿Casi? Podes explicarme el “casi”.

Fui por un tema puntual, tuve 4 o 5 sesiones y después nunca más volví a ir a un psicólogo. Y fui porque sentí la necesidad y me ayudó. Podría haber seguido pero había una cuestión de tiempo, o esa es la excusa… (Risas).

Te lo estás interpretando vos solo.

(Risas) Quizá volvería pero no me lo cuestiono por ahora, porque como uno se está moviendo y todo el tiempo aparecen conflictos y situaciones que uno no puede resolver solo… Si aparece alguna situación, y siento que necesito ayuda, volvería a consultar. Siempre que no se trate de algo que con la ayuda de mis amigos pueda pensar. Pero la verdad, no sé puntualmente por qué consultaría hoy.

¿Y los conflictos de la vida misma que nombraste?

Convivo con ellos. O bien, los trato conmigo mismo o con el trabajo que hago, no tengo la necesidad de tener todo resuelto. Me parece que uno es de una manera, y eso va variando y se va transformando.

¿Te llevas bien con vos?

Bueno, si, hay cosas que no me gustan de mí, pero no sé nombrar que cosas, a veces, son actitudes o maneras de manejarse en determinadas situaciones que uno preferiría haberse manejado de otra forma. Tampoco te puedo decir soy tal cosa, o soy tal otra, a veces en determinados casos se desprende más algún aspecto de uno que otro.

¿Te podes llegar a sorprender de vos?

También está la relación respecto al otro que aparece, con quién uno se relaciona y dentro de los ámbitos que se está moviendo. Uno va aprendiendo a elegir que esos lugares sean cada vez más sanos; y entonces, esos aspectos que no me gustan, no aparecen con tanta frecuencia. Igual creo que todo lo que soy y pueda analizar no tiene ningún valor, o bien tiene valor, pero yo lo veo mucho en los demás; uno se auto-convence de cosas, se auto-complace, uno se perdona, uno se engaña, uno se miente, entonces uno no sabe… Por ahí en este mismo momento, yo me estoy mintiendo. Tampoco tengo la necesidad de alguien que me esté diciendo o que me ayude a ver eso todo el tiempo. En un momento puntual, sentí que yo no estaba pudiendo discernir nada y no estaba cómodo con esa incertidumbre. Pero en esta profesión, uno aprende a vivir con incertidumbre todo el tiempo y se tiene que hacer muy amigo de ella.

La vida ya es en sí misma una gran incertidumbre.

Sí, pero cuando uno elige una disciplina artística, es más. No tiene que ver con conseguir o no trabajo, sino con cómo se enfrenta uno a ese trabajo. Todo el mundo tiende a encasillar, esto es así, entonces, hiciste dos obras de teatro y una escena es igual a las otras dos, y la cuarta igual a las otras tres, y en realidad, tratar de mantener esa incertidumbre que esta otra función, no sea igual a ninguna, no es sencillo tampoco, porque uno busca cierta comodidad.

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Y el actor tampoco está siempre del mismo ánimo. Me parece que ahí está la creatividad, en ese no saber. Incluso en el psicoanálisis pasa eso, por más que exista una teoría, hay que detectar que pasa con el otro. Y vos en ese intercambio con el público, por más que tengas un guión, es diferente lo que se genera cada función.

Si, en todo sentido. No saber cómo sigue, no saber como un médico que cree que va a ser médico toda la vida, no saber cuáles serán los futuros problemas en mi profesión, qué nudo tendré que desentrañar y qué nuevo desafío quizás…

Cada vez estás enfrentado a nuevos desafíos.

Es que es lo que me interesa y me gusta. Esto de vivir cada obra y cada función, tratar de vivirla como nueva es como un ideal. Sucede pocas veces, pero una obra como “Escritor fracasado”, a mi me permite que eso ocurra todas las funciones. Es muy “con el público” y tengo que trabajar con lo que está pasando ese día con los espectadores, por más que tenga un texto super fijo, yo digo lo mismo todas las funciones, me permito algunas licencias, y suelen pasar cosas novedosas durante las funciones.

Y además, tu personaje le habla al público.

Por eso las funciones son muy distintas entre sí, y eso depende del público que tiene un funcionamiento propio cada día. Hay públicos que de entrada se censuran la risa, o que expresan mucho, y eso tiene que ver con los primeros minutos de las funciones. Si hay alguien que se ríe más, o que siente que esa risa fue censurada por algún otro. Entonces hay un nivel de risa o de seriedad, y eso se da por quienes son esas sesenta personas que están dentro de la sala.

Es una obra que quizás no podrías hacerla en la sala grande del Cervantes donde actuaste en “La Terquedad”.

No. Ahí no tendría el sentido. Vengo de hacerla en Colombia para 300 personas, al principio pensé que nos metimos en un problema, pensé que no iba a ser posible, pero estuvo buenísima. Tiene que ver qué tan agarrable es y que la platea no se comporte como una masa, sino no podría individualizar. Por eso hay un «entre» desde el comienzo.

Claro, porque en tu rol, hay conexión con los espectadores, hay una comunicación con cada uno desde el ingreso a la sala. Es interesante la diferencia con la masa, es otro tipo de contagio… Sumado a la dirección de Marilú que es una genia.

¡Un lujo! Entiende desde un lugar parecido al que lo entiendo yo. Tuvimos un acuerdo muy rápido. Comprendió cuáles eran las herramientas que yo necesitaba y las pude poner en práctica, y corregimos y volvimos a probar, pero no tuvimos tanto ensayo. Solo seis semanas que para una obra es muy poco.

Parece muchísimo más tiempo porque se nota que está muy aceitado hasta el mínimo detalle.

Es que yo descubrí este texto, hice una primera adaptación y después durante los ensayos, con Marilú, hicimos la adaptación final, cortar, pegar, el último touch. Las herramientas físicas concretas me las dio ella, son con las cosas que yo juego cuando actúo. Hay mucha fantasía con lo que hace el actor pero en realidad, hay tantos métodos de actuación como actores hay. Yo no soy muy psicologista al momento de actuar.  

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Marilú le sacó el jugo a fondo a todas tus dotes actorales, a todos tus recursos físicos, a tus movimientos, gestos, a la entonación de cada una de las palabras desde la poética.

El actor es el puente. En la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático), cuando empecé a estudiar, te preguntaban qué se necesita para que haya teatro. Y después que todos opinábamos, llegábamos a la conclusión que todo lo que se precisa es un actor y el público (risas). Puede ser más complejo pero fundamentalmente es eso. El que ayuda a que la catarsis se produzca, el que se hace carne del personaje es el actor.

¿Y cómo comenzó a hacerse carne éste actor?

Quería estudiar dirección de cine y como soy de Mar del Plata y no podía venirme, empecé a estudiar teatro allá. Había una idea de actuar, pero muy lejana. Hice un año y me encantó. Me vine para acá con la decisión de hacer las dos cosas. Estudié un año de cine en Avellaneda y lo vi todo como a largo plazo, porque de ahí a poder hacer una película… Entonces entré a la EMAD y ese mismo año empecé a trabajar y tendría unos 23 años cuando comencé con teatro independiente. Siempre trabajando de otra cosa, de mesero, todo lo que hacemos los actores, hubiera preferido usar el tiempo en otra cosa, pero estuvo bueno también porque observas otras vidas. Es que no hay un diploma de actor, soy actor en el momento que estoy actuando. Requiere de cierto entrenamiento, si dejas de actuar hay algo que para mí se pierde, algo medio deportivo te diría, del deportista que deja de entrenar y el cuerpo no le responde de la misma manera.

Sin embargo, ¿no has permanecido mucho tiempo sin actuar?

No, pero me da intriga cómo hacen los que actúan una vez por año. Por ejemplo, Daniel Day-Lewis que pasa una película cada tantos años. ¿Qué hace? Quizá hace algo que tiene que ver con la actuación, o quizá le sale fácil. Siento que de taquito, no sale nada, aunque pasa el tiempo y hay cosas que se ablandan y salen más fácilmente, si alguien entrena un salto, el salto le sale más fácil, con menos esfuerzo. Por eso se ensaya tanto, pero ahora las obras comerciales se ensayan muy poco. El cine es otra historia, en el teatro no hay edición, en cine te pueden mejorar tu actuación, o la pueden empeorar. El lenguaje del cine es otro, no se basa en la actuación. Para que haya cine, no es necesario que haya un actor, se puede hacer un documental y hay películas que no tienen actores. Para mí hubo muchos malentendidos con este cine argentino donde no había actores, y tenía que ver con cierto miedo a no saber dirigir actores; no queriendo el actor histriónico teatral de los ’70 ’80 de la puteada fácil. como Ranni, Luppi, ir a lo opuesto, como no hacer nada,; eso puede funcionar en algunas películas, pero no en todas. Depende de la película, no es lo mismo “Esperando la carroza” que “La cienága” o estar actuando en “La Terquedad” con esa cantidad de gente que hacer una obra como “Escritor fracasado” o incluso obras más chicas, donde los espectadores están muy cerca del actor y son veinte nada más.

¿Y a vos que te gusta más?

Ir pivoteando. Ahora que venimos de dos años de “La Terquedad”, y como hice mucho teatro y todas fueron experiencias muy distintas… A mí me gustaba mucho mi personaje del cura en “La Terquedad”, poder decir esos textos impunes, tiene algo del “Escritor…” ese cura, son dos impunes desagradables. El trabajo con ambos era hacer que la gente los quiera. La idea es que quieras un poco al malo, sino al obra, no se banca.

Y que entiendas el sufrimiento de alguien como un cura que tiene que estar reprimiendo su sexualidad constantemente para mantener sus votos de castidad. ¿Y qué te aportó la dirección de Rafael Spregelburd?

Nos divertimos mucho. Yo no lo conocía a Rafael, no nos habíamos cruzado nunca además, en realidad de ese elenco, trabajé con Analía, con Javier, con Pablo Ruiz Seijo y nadie más. Algunos no los había visto nunca, y eso me atraía. Yo sabía que me podía divertir interpretando al cura. En la EMAD hice “Cucha de almas”, otra obra de Rafael, y esa fue en el fin de tercer año. Estuvo muy bueno, Rafael tiene una manera muy particular, es una situación peculiar, es el dramaturgo, es el actor, es el director, entonces a medida que pasaban los ensayos, iba descubriendo la dinámica de esta obra. Quizá quienes venían del “Patrón Vazquez” ya sabían cómo se trabajaba. Nos dejaba hacer y él iba viendo cómo funcionaba. Yo actúo en un momento acotado del segundo acto y él no estaba en escena, así que podía estar afuera y verme, pero nos dio libertad. Rafael se divierte, él tiene algo muy sesudo y es inteligente, ya ese texto lo es, y a la vez, tiene algo super banal por el lado del humor que es muy tonto y es muy divertido (risas). Entonces eso hace que todas esas cosas que plantea la obra, se puedan escuchar, de otra manera, sería imposible sin esa dosis de humor.

¿Y vos tenés sentido del humor?

Sí, creo que sí, me divierto mucho trabajando, creo que mi mayor humor surge cuando trabajo, en los ensayos, boludeo mucho, es necesario medio indispensable, te diría, tengo un humor a veces más sarcástico, o más irónico o muy boludo (risas). Esos dos extremos, no tengo un humor medio. El escritor, mi personaje tiene un humor cáustico. Dice: “tuve renombre de cáustico”… “mis chistes hasta los mejores intencionados, eran siempre de doble sentido, perversos”. Me divierte ese humor en escena. El cura era un insolente muy inteligente.

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El cura lo tenía que ocultar, en cambio, el escritor, es un personaje que se jacta de ese humor y hace alarde con eso… ¿Te gusta hacer teatro como cine?

Me gusta que los proyectos estén buenos… Muchas veces no podes estar directamente en todo lo que te ofrecen, no porque no te gusten, sino por tiempo. Otras veces sí, pero uno elige en base a lo que hay. Es todo un tema también la agenda. Las películas se están filmando con poco tiempo de anticipación, todo lo que sucede con el INCAA y los productores no saben cuando tienen el dinero para filmar. Ahora empiezo a filmar antes que termine el “Escritor…”, una película que se filma en Salta que viene hace tres años, se ganaron un premio en el 2014 creo, y se hace finalmente ahora y tengo otras que están atravesadas por la situación del INCAA. Una había ganado un presupuesto, pero finalmente, le van a dar la mitad.

No estabas errado en no seguir con cine por verlo a largo plazo.

(Risas) Pero en algún momento voy a dirigir o asociarme con alguien para dirigir. Hay cosas que me gustaría hacer… Soy de generar proyectos. “Escritor…” fue una idea mía. Estaba haciendo en la TV Pública la miniserie de “Los siete locos” y ahí encontré este texto, y yo no lo conocía. ¡Arlt es un animal! Me estaba leyendo todo lo de Arlt como excusa para alimentar el contexto de la serie,  y cuando encontré ese texto, no lo podía creer.

Es maravilloso, yo creí que leí todo lo de Arlt pero este libro no lo conocía.

Mucha gente no lo conoce y me decía, cómo nadie hizo nada con este texto, es muy actual. El tema era encontrar quién lo dirigiera y hablando con la escenógrafa, Pupo, ella es muy amiga de Marilú, me la sugirió. ¿Pero Marilú no dirigió nunca? – le dije. Y ella me contestó que quizá ella acepte. Marilú había tenido gestos muy lindos conmigo, fue a ver “Estado de ira”, y me dio una postal. Marilú era la directora ideal porque tiene mucha experiencia de estar sola en escena. A mí no es algo que particularmente me divierte, me gusta mucho la interacción con los otros actores, pero tenía tantas ganas que ese texto se escuche… Y con Marilú armamos algo y es darme cuenta que no estoy solo, que tengo 60 compañeros que es el público que funciona así, y que los veo todo el tiempo. Lo que pasó en Colombia con 300 personas fue revelador, era una sala como si fuera el Sarmiento, un poquito más grande. Había algo abarcable.

Si, en tu interpretación de ese escritor, te sentís como si vas a visitar a un amigo que en la intimidad de su casa te está contando lo que siente y que al final, te deja pensando muchas cuestiones y sobre todo, en vos mismo. Terminas sólo apreciando a ese personaje y todo lo que expresa, el resto no importa.

¡Qué bueno! Pienso que soy actor porque hay algo que quiero compartir, en un primer momento no fue así. Al terminar la secundaria, está eso de querer ser algo y hay un enamoramiento con el cine previo y comprar todos los clichés del actor. A esa edad, siendo tan joven en Mar del Plata, sin internet, armaba mis archivos con ficheros de cada actor de todas las películas que hicieron, ya desde primer año de la secundaria. De chico dibujaba mucho, me gusta mucho el diseño gráfico, cada obra tiene su cuaderno, es una excusa para rondar sobre la obra. Tenía que ver con más bien con un hambre de información que con ser una biblioteca. Miraba todo lo que tenía a mi alcance. El cine que llegaba era muy poco, así que cuando pusieron el cable, tenía más acceso o alquilaba una película para ver en la casa de los amigos, después ya en mi casa. Leía mucho, leía las críticas de los diarios, pegaba las fichas y les hacía un recuadro como en diseño gráfico. ¡Un enfermo! (risas). Pasaba mucho tiempo con eso, el trabajo manual me gusta mucho, estar sentado toda una noche dibujando me resulta terapéutico, eso no lo hago para nadie. Tengo cuadernos de hace años con proyectos que me gustaría hacer, en algún momento se transformaran en algo que podré hacer o no, pero a mí me gusta. Me encantan las letras como objeto, el diseño gráfico en relación al actor también es una pieza gráfica, un arte visual, una manera de suministrar información, sino es una pintura o un dibujo. Tiene una necesidad de comunicar el diseño gráfico y ciertos círculos egocéntricos artísticos, nos hacen olvidar que lo que hacemos es para compartirlo. Varias veces quise ponerme a estudiar, pero ya no tengo ese tiempo, pero sí me compro libros.

¿Y esto tiene mucho que ver con el cineasta?

Si. Antes pensaba las cosas que me daban ganas de hacer respecto al teatro, después me di cuenta que es imposible hacerlo en teatro. Me gusta mucho el comic, leo mucha historieta, pero esto no es cine me digo. No tiene sentido como obra de teatro. De a poco, me encarpeto algo y lo guardo.

Al principio, señalaste que no te preocupa tener nada tan resuelto, concebís a tu ser como un devenir, y en tu profesión aprendiste a tolerar la incertidumbre con la que convivís… Quizá esa misma libertad te permita no cerrar la puerta al ensamble del cine con el comic o con el teatro. En Spam, Spregelburd hace algo de ese mix, una obra impresionante. A mi criterio, Rafael revolucionó el concepto de teatro al insertar dentro del dispositivo teatral, otros recursos artísticos.

Igual a mi hay algo de lo más puro de las disciplinas que me gusta mucho, eso que sólo puede suceder en el cine o en el teatro. Y el comic está en un momento de una libertad que ni el teatro ni el cine llegaron. No sé si por el público que lo lee, o quienes lo escriben, un nivel de libertad… Las adaptaciones del comic al cine, no logran captar aquello que solo ese lenguaje expresa de esa manera, hay muchas variantes del comic. Como cuando como vos señalabas que terminas mirando al actor y todo el resto no importa, eso es puro teatro, como si fuera el núcleo de cada uno de las disciplinas, eso es hermoso. Entonces, hay que escuchar que le conviene a cada disciplina.

Tu temor es que se pueda empobrecer y que se pierda la esencia.

Le di vueltas al comic en el teatro y pensaba, pero esto es otra cosa.

Sos una persona creativa y pienso que podrías inventar esa otra cosa que enriquezca el teatro.

¡Comitrato!

(Risas) Es que esa es la apertura que podrías realizar. Tal vez esa excusa para no continuar con es el temor a que te encierren en algo que sos y no en abrir eso que sos, ese núcleo y esa esencia que siempre tuviste y que se puede seguir abriendo.

Lo voy a pensar entonces…

(Risas) Dejamos acá.

Del otro lado del diván

Diego es una persona muy reservada y sin embargo, tuvo una muy buena disposición donde se generó un clima muy confortable. Diego parece tener la mirada de un cineasta que puede ver su vida como una película, un observador externo que deja que su vida transcurra e de acuerdo a lo que va deseando que aparezca en escena y trata de hacerlo con la mayor libertad.

Al escucharlo, Diego da la impresión de hacer su propio “auto-análisis” en su manera de hablar,  en su forma de pensar el teatro y el cine, y en tanto, el dibujo, la literatura y el comic lo nutren, puede ir proyectando su futuro. Si bien se presta a este tipo de entrevista sin una demanda de análisis, aclarando desde el principio de nuestro encuentro que no estaba en sus planes volver a consultar a un psicólogo, en el final de la sesión, cerramos con: “lo voy a pensar”. Lo interesante es que esa posibilidad surge en la medida que el espacio del análisis no transcurre ni desde el lugar de la resolución de un conflicto “puntual” –que fue su motivación para consultar por única vez– ni allí donde el otro estaría para ayudarlo a pensar tal o cual cosa sino en el momento que él puede imaginarlo como un espacio donde su creatividad podría desplegarse aún más. Diego es consciente que tiene conflictos en la medida que vive, y sabe que puede mentirse y alguien que puede reconocer eso, nos habla de la búsqueda de su verdad. Diego tiene la suficiente escucha interna como para seguir alimentándose de su arte y encontrar en ese espacio su máxima verdad.

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