Cuando terminé de cebar el mate, me di cuenta de que era inútil continuar desestimándolo: un diminuto gorrión me estaba llamando desde la parra. Pio, pio y más pio, gritaba el gorrión posado en una ramita, con la cola sobre un racimo de uvas aún verdes. Pio, pio, pio, repetía con intensidad, seguido de otro … Sigue leyendo