Primero una ciudad, luego un país, luego el mundo son asolados por una epidemia de «ceguera blanca» que se convierte en una pandemia que obliga a la reclusión y al confinamiento en centros que comienzan a no dar abasto. Los ciegos comienzan a «sobrar «. La mujer del médico (oftalmólogo), es la única que no se ha infectado pero nadie lo sabe. Ella utilizará esta ventaja para ayudar al prójimo y protegerlo solidariamente de las miserias de algunos. Las luchas de poder, el sometimiento, la violencia bajo distintas formas, los maltratos coexisten junto a gestos de sostén y de apoyo.
Saramago aquí, al igual que en otras novelas, no utiliza nombres propios: la mujer del médico, el médico, el niño estrábico, la mujer de anteojos oscuros…
Este libro conmueve, angustia, sacude, muestra lo mejor y lo peor de cada uno como sujeto singular, nuestras fragilidades, las alianzas con los que tienen un supuesto poder bajo la promesa de salvación individual.
Saramago, una vez más, construye una espléndida metáfora sobre nuestra condición humana, sobre el ser y estar con otros ante la adversidad, ante un posible enemigo. Queda claro que este enemigo no es sólo el externo y visible, está dentro de uno porque está ligado a qué se despierta en cada uno ante una catástrofe. Queda claro, además, que no es posible la salvación individual, solo el conjunto del tejido social, construyendo colectivos, puede salvarnos, en el sentido de propiciar la re/construcción de lazos sociales. La sensación de agobio, de angustia que produce esta lectura -confieso que lo leí en dos días, atornillada a un sillón-, se expresa claramente en lo que dice la mujer del médico: «iré viendo menos cada vez, y aunque no pierda la vista me volveré más ciega cada día porque no tendré quien me vea». Vale decir, la lucha es colectiva, política, y se trata de convertir un estado de confinamiento en uno de cuidado y protección.
En el Ensayo sobre la Lucidez, su continuación, Saramago relata qué sucede en una ciudad en donde todos han votado en blanco, incluso sus autoridades: se impone, entonces, hallar a los culpables, cueste lo que cueste. Esto trae como consecuencia la construcción de especulaciones que culminan en el espionaje y persecución de quienes se habían salvado de la ceguera blanca.