Fotografías: Mauro Pretti

William Prociuk nació en la ciudad de Buenos Aires, 1976. Actor, dramaturgo, guionista, scrip
doctor, director, entrenador actoral. Escribió y dirigió: Mágica, Biónica, Rosa negra, El deseo en el
espejo, Pequeños círculos, El guardarropas, Antes de cuba. Junto a Margarita Molfino Palíndroma-
Deserto. Junto a Federico Buso dirigió Bésame Mucho de Javier Daulte a quien asistió en Gore y
Bésame mucho (Versión original).
Actuó en teatro bajo la dirección de Matias Feldman, J. Daulte, Belén Parrilla, Fernando Ferrer,
Manuel Iedvabni, Mariana Chaud, Maria y Paula Marull, Santiago Gobernori, Luciano Suardi, Martin
Flores Cardenas, Lautaro Delgado, etc.
En cine actuó en: Historias extraordinarias-La flor M. Llinas. Nunca estuviste tan adorable de Mausi
Martínez. Barroco de Estanislao B. Quintana. Mañana todas las cosas de Sebastián Schjaer. El
desierto de Christoph Behl. El manto de hiel de Gustavo Corrado. La noche de Edgardo Castro. Ahí
afuera de Nicolás P. Veiga. La muerte de Marga Maier de Camila Toker. Ojos Grises de Santiago
Ventura. 27 el club de los malditos de Nicanor Loreti. Bienvenidos al infierno de Jimena Monteoliva.
El padre de mis hijos de Martín Desalvo. El diablo blanco de Ignacio Rogers. El ángel de Luís
Ortega, etc.
Actualmente se encuentra ensayando la obra El presente de Leandro Areco, actuando en teatro Luz
testigo-El corazón del mundo y rodando El jardín del bronce (HBO) y María la nueva película de
Nicanor Loreti que co dirige junto a Gabriel Grieco.

(Se recuesta en el diván con total naturalidad)
Nunca hice diván, sí me analicé durante 6 meses hace 8 años pero fue cara a cara.
¿Y cómo fue esa experiencia?
Interesante porque no es que venía con prejuicios sobre la terapia en sí, pero, de algún modo, sí (risas). Estudié licenciatura en publicidad, muchas materias eran correlativas con psicología y ahí entendí que para vender las cosas que nos venden nos manipulan psicológicamente (tenia 19 no lo entendía antes), al principio había algo de divertido luego ya no, al menos para mí. Y con esas reglas se juega el juego, lo perverso es que somos parte del juego pero no lo sabemos porque estamos demasiado ocupados, entonces, mejor darse cuenta, despertarse. Creo que la imagen del análisis psicológico, para mí, estaba atravesada por este “saber”. Lo contradictorio es que me interesa ese mundo de la publicidad, lo estudio y de vez en cuando trabajo en él, siempre vuelvo sobre ese tema, participando de la comunicación desde distintas aristas.

La publicidad en aquel tiempo, en donde había cambiado el paradigma, ya no se vendía lo que existía sino que había que generar necesidad en la gente, el mercado, el target, es decir que se empezaban a vender cosas que no se necesitaban… sobre todo a las personas que no tienen tiempo para darse cuenta, por diversas razones; por ejemplo, a alguien que se levanta 4 de la mañana para ir al trabajo, en el viaje va viendo sus redes sociales (si tiene celular), labura todo el día en algo que probablemente no le gusta y mientras tanto se preocupa porque no llega a fin de mes, vuelve a su casa (celular), come algo -en el mejor de los casos-, ve televisión -en el mejor de los casos-, y luego se va a la cama a dormir, para que al otro día, su día sea el mismo… Es muy probable manipular psicológicamente a quienes tienen preocupaciones y falta de tiempo. Las distracciones por lo general son el consumo… Por estos tiempos, con las redes sociales, también hay un cambio de paradigma en la comunicación, es interesante estudiar, porque ahora para saber las reglas del juego hay acceso a través de internet, antes, libros y apuntes. Cuando teníamos 20, armamos una agencia de publicidad con unos amigos, empezamos con un monitor magnetizado y un mouse que no funcionaba, al teclado le faltaban letras, con ese teclado redactaba horas para darle forma a nuestra propia forma de comunicar. Dejé la agencia justo en el momento en que empezaba a dar sus frutos, algunos años después. Pasábamos de diseñar promociones para hacer cosas más grandes, yo me iba a una gira europea con una obra de teatro y…
Vivir de la agencia o del teatro era la elección.
Estábamos viajando en la época post corralito 2002/2003/2004, donde todo el mundo migraba y parecía que se habían terminado las posibilidades de cualquier actividad. Paradójicamente el teatro iba a tener su momento de crecimiento, apertura de salas, gran producción de obras de teatro, gracias a todo ese movimiento de gente creando, empezábamos a estar en boca del mundo, sobre todo en festivales Europeos. Jamás especulé con “de qué voy a vivir”, el dato de color era que Ibas a un festival y era en euros, es decir, ahora me pagaban en euros por hacer lo que me gusta hacer, es ridículo. A la agencia le estaba empezando a ir bien. Pero me di cuenta, no hizo falta elegir nada. Le dije a mis amigos, a mi socio: “Me voy a hacer teatro y ya no voy a volver”.

¡Te jugaste con todo tu deseo!
Así fue como dejé la Facultad también, de ese mismo modo. Tomé la decisión un día que iba caminando y pensaba en cómo sacarme ese peso de encima, al final era facilísimo, no vas más y listo (risas). Ir a la facultad era algo que no hacía por mí, sino porque “había que hacerlo”.
Pienso en esa pregunta, odiosa, que mi hijo recibe cuando se cruza con alguien adulto que no tiene mejor idea para romper el hielo que lanzar; “¿qué vas hacer cuando seas grande?”. Estuve presente varias veces ante ese escenario, él contesta, tiene sus armas, nunca me meto en sus formas; por lo general dice que no le interesa pensar en eso ahora que tiene 10. Pero creo que esa pregunta te va en algún punto marcando, formateando, percudiendo la posibilidad de SER. A mí me pasó, en algún momento empecé a contestar por contestar que iba a ser creativo publicitario, me mentía a mí y a todo el mundo, porque evidentemente no quería ser nada de eso pero, aun así, empecé esa “carrera” y casi termino siendo alguien sin escucha propia, y que por mandato no hace lo que realmente le gusta… Mejor alejarse de las definiciones siempre, sobre todo a temprana edad y sobre todo alejar a lxs niñxs de esas preguntas…no es interesante. Preguntarle a un niño, niña, niñe, de qué se trata tu vida dentro de 20 años, no es interesante.
El otro día me sorprendió León (mi hijo), me preguntó si en la Facultad se aprueba con cuatro, y yo tuve ese impulso de preguntarle, pero pará, ¡¿vos vas a ir a la facultad? ¿Cómo es que ya a los 10 años está pensando en la Facultad? Pensé en esto de las postas y de no llegar nunca a ningún lugar y por un momento me lo imagine a él siguiendo ese recorrido… llegar a un lugar, me lo quitan, y pasar a otro: jardín, primaria, secundaria, facultad, etc… ahora encima hay una hiperinflación de títulos: doctorados, masters y qué sé yo. Luego de esos 25 años de escolarización se pasa al trabajo, porque hay que trabajar, se empieza de cadete, luego se pasa a un puesto superior, compra de coche, compra de casa, compra de formato familia y así, mientras tanto la meta máxima ¡gerente! Y ahí pensás ¡¡llegueee!!… y te das cuenta de que tenés 45 años y que estás en el mismo lugar, porque no hay lugar a donde llegar.

Antes por lo menos con un título bastaba para tener trabajo que quizás no te gustaba peeero (risas)… trabajo al fin. Vos te debes acordar, yo me acuerdo de eso, con un título, tenías trabajo, se repetía hasta el hartazgo esa frase. “El título” tener que llegar a conseguir “el título” y después…
Es el sistema educativo que está inventado hace 300 años en Alemania para llenar fábricas y que continúa siendo NUESTRO sistema de educación. Creo profundamente en que habría que dejar de adoctrinar y comenzar a ver de qué se trata prestarle atención a las emociones de lxs niñxs, y ayudarles a poder madurarlas y así guiarles para que descubran lo que tengan que descubrir, su esencia. Hay herramientas para encarar en serio una educación diferente, el nivel de maestrxs es de excelencia en general.
¿Esta forma de pensar en romper el sistema te llevó a dejar la Facultad y la agencia? Darte cuenta que no ibas a llegar a ningún lado y que tu deseo se lanzaba sin meta.
Es que había algo de creatividad en la “carrera”, también ahí en la agencia y entonces cuando hay algo que tenga que ver con crear, a mí me interesa. Me distrajo eso pero claro, ahí, al darme cuenta de que se puede crear en otro ámbito más propicio, al menos para mí, como el teatro. Esa distracción funcionó como impulso para las decisiones posteriores.

Parece que te gustaba la parte creativa, pero dijiste que te sacaste un “peso” de encima, y fue literal, eso es lo que le dejaste a tu socio, y te fuiste a hacer algo que no te daba pesos.
Si hay dos momentos de los que puedo hablar y tengo clarísimo que son mi propio tesoro… pude estar cara a cara con el libre albedrío, fueron justamente esos instantes de haber dejado la Facultad y la agencia. En esos dos momentos me escuché, escuché mi esencia: no me importa, no me importa lo que piense absolutamente nadie, esto no lo hago para nadie, esto lo hago para mí. Ahí fue cuando descubrí que podía elegir. Son capas y capas.
Ese momento es de una fuerte angustia, tal como lo contás, cuando se juega un deseo, uno se queda solo, eso no es para nadie, es para uno. Si no te la jugabas, no serías quién sos, y te hubieras quedado respondiendo a la pregunta de lo que crees que el otro espera de vos cuando llegaras a ser grande.
Hubiera sido una caña de pescar usada como rodillo de pintura (risas).
Mi mamá y mi papá, creo que tenían más intuición pero al mismo tiempo querían que siguiera estudiando. No es que tenían posibilidad de pensar en que yo iba a ser lo que fuera. Siempre nos acompañaron en todo, pero cuando dejé la Facultad, se angustiaron. Mi viejo se agarraba la cabeza, ¿cómo vas a dejar la Facultad?, pero como yo estaba tan decidido y luego el camino -no me olvido más de esa sensación poderosa y endeble-, el momento donde todo parecía ser un gran festejo para mí, al mismo tiempo se presenta con la misma fuerza una angustia tremenda, porque me quedaba solo con mi decisión y porque además, con mi decisión dañaba la emocionalidad de las personas que me quieren; ahí volví a pensar en los demás, todo lo que dicen y quieren para vos… comienza la duda y la duda te apabulla, te distrae, pensé que todo lo estaba haciendo mal. Mucho tiempo después me di cuenta que ese momento de duda, es fundamental, es parte del mismo proceso, también aparece en cualquier proceso creativo como señal de que estás subiendo escalones, así que creo que es fundamental en mi vida darme cuenta cuando ese momento aflora, para confiar más en mi intuición. Ese instante lo atesoro porque es puro aprendizaje. Para mí tiene suerte quién aprende en el momento que sea y con lo que tengas adelante. Si aprendiste, tenés suerte. Las personas que no tienen suerte o no tenemos suerte, porque yo tampoco es que estoy aprendiendo constantemente, debería prestar más atención, hacer ese intento… porque es como que hay una especie de ceguera sino se toma lo bueno para aprender.

Estás en posición de aprendiz, de no llegada. No compraste la idea de creer que en ese camino tenés que llegar a algún lugar donde se consuma un deseo que se consume, en lugar de estar presente en ese viaje.
El tema es lo que se entiende por deseo, los deseos claros ante todo. El deseo, para mí, funciona como motor, te permite permanecer con el empuje necesario para derribar lo que haya adelante, incluso a mí mismo, soy mi propio obstáculo y casi siempre es así. El deseo me permite atravesarme, porque creo que el responsable de todo lo que está alrededor soy yo. Y ante este universo tengo el cien por ciento de capacidad para responder. No se trata de un pensamiento narcisista, sino de tomarse en serio el propio deseo.
Lo que generalmente se comprende como deseo se termina, se esfuma cuando ya obtenés lo que querías, y ahí empieza otro pero eso son los deseos básicos, triviales, lo que creemos que deseamos. Entonces no se llegan a satisfacer nunca, distracciones, por ejemplo, tenés hambre, vas a la heladera y te haces un sándwich de queso y te satisface el hambre, te vas contento a dormir. Pero si te levantás nuevamente porque el cuerpo te pide más, y te vas a hacer otro sándwich porque perdiste consciencia de que estás satisfecho, haces el mismo recorrido. Eso mismo sucede con los productos: comprarte un celular y no quedar satisfecho porque salió otro celular mejor. En cambio, vos dijiste algo recién que es harto interesante, y es el estar en ese viaje. No llegar nunca. Para mí el viaje es lo importante. No hay a dónde llegar, no hay un lugar a dónde llegar, no hay tal cosa, porque la vida no es una carrera. Lo entiendo así.
Y porque lo entendés así y ya lo habías entendido hace tiempo, no tenía mucho sentido llegar a terminar tu carrera.
Sí. La sublevación mía con respecto a la carrera y a ese sistema, fue una decisión -porque todo el mundo te marca la cara-, que tomé siendo muy chico, aún cuando vivía en la casa de mi padre y con mi madre (que trabajaba duro con nuestra educación todos los días y trabajaba durísimo también en la casa y hacia changas cosiendo, armando cajas, soldando plaquetas) teníamos una relación de fricción; yo era el vago. Mi viejo trabajaba todo el día también pero fuera de casa, mi hermano más chico era muy chico y mi hermano más grande trabajó toda la vida en un montón de cosas. Nunca hicieron eso de compararme con mis hermanos, mi vieja es una persona adorada, ojalá la conozcas en algún momento. Ojalá la conozca todo el mundo. Pensá que al momento de avanzar en mi decisión, yo iba al centro, a Recoleta, al estudio de Julio Chávez, o al de Marcove o al de Maci y Daulte, volvía a las 4 de la mañana, porque luego de las clases me quedaba por ahí hablando de teatro con alguien (pura diversión y juego), después iba a mi casa a una hora en el que el colectivo desde la estación de Lanús ya no pasaba. Entonces tenía que ir caminando hasta donde vivía en Lanús, mi vieja sigue viviendo ahí.

No sólo no eras vago sino que hiciste un gran esfuerzo.
Pero bueno, estas cosas no están bien vistas, no son “lo importante”, hacer lo que te gusta hacer y que encima sea algo relacionado con el arte, no tiene nada que ver con lo que supuestamente está bien, salvo que seas médico, abogado, etc. eso es lo que nos han acostumbrado a pensar. Es inolvidable lo que viví, horas de colectivos, trenes y subtes, caminar mucho porque no había un mango, al mismo tiempo disfrutar, sentirme pleno con mi decisión y a la vez comprender que me estaba quedando solo y que nadie me iba a acompañar. Te tengo una mala (o genial) noticia, por más que te acompañen o dejen de hacerlo, todo depende de vos, en este caso de mí. No justifico quedarse solo, pero sé que es difícil para alguien que te quiere bien pensar que te vas a morir de hambre haciendo lo que elegiste y a su entender, ir a la Facultad te salva de eso y estás dejando ir LA oportunidad. Te avanzo en el tiempo para contarte acerca de cómo dejo de ser “vago” para el resto y empiezo a ser alguien “serio” o, por lo menos, mostrar signos de que iba a poder sobrevivir, sostenerme económicamente en adelante, como si ese fuera el fin de la vida misma: después de lo que contaba anteriormente, eso de haberme ido de Villa Caraza a girar por Francia, España sin escalas, ahí por lo menos ya era un vago pero viajaba a Europa (risas). Unos cuantos años después, viene el estreno de Nunca estuviste tan adorable de Javier Daulte, en la Sala Sarmiento del Complejo teatral de Buenos Aires, tendría 27 años creo, si no sabés de ese espectáculo te cuento un poco antes de volver al “momento”; con esa obra preciosa estuvimos 3 años en cartel y la última función la hicimos en Girona, España, otra vuelta al viejo continente (un poco menos vago), antes filmamos la película de la obra dirigida por Mausi Martínez. Terminamos a sala llena porque había compromisos para el elenco, un elenco estelar: María Onetto , Lucrecia Oviedo, Lorena Forte, Mirta Busnelli, Carlitos Portaluppi, Luciano Cáceres, y Daulte al timón de ese viaje hermoso…
Y después de ese viaje, ¿seguían creyendo que eras vago?
En el estreno, los vi llorar, emocionados, en ese cuadro de aplausos, por la obra en sí porque era magnífica y porque, entiendo, yo dejaba de ser el “vago” para ellos. Hay algo que se consumó para mis viejos, porque hasta ese momento habían ido a verme a teatros independientes, lo under no te hace menos vago (risas). Por lo general a la vista de la gente, la consumación de actores y actrices, es a partir de si estás en la tv o no (risas). Entiendo que en el Inconsciente colectivo un actor o una actriz, sino es famoso o famosa, es como que no se dedica a eso. La televisión en el mejor de los casos te da popularidad y en el peor, todo lo que ya sabemos (risas). Para mi vieja, mi viejo y mis hermanos encontrarse con ese nivel de profesionalismo delante, los hizo pensar que elegí bien. Se quedaron tranquilos. Hubo una señal, atesoro ese momento…

¿Y la otra señal será el nombre que te pusieron?
William lo eligió mi papá y porque quiso ser original, tuvo que pagar para ponerme William, siempre le pregunté por qué y siempre usé Willy hasta que mi papá falleció y entendí que fue él quien eligió que me llamaran así. Creo que recién ahí me sentí bien con mi nombre. Encima nací el 9 de julio de 1976, una fecha más que patria por la coyuntura, y mi papá eligió el nombre en inglés porque sólo quiso ser original.
¡Y lo consiguió! Lo sos. Ese deseo sí se lo cumpliste.
Amo mucho a mi papá y él amaba a los Beatles.
Quienes también fueron originales y crearon nada menos que el rock and roll. Es posible que eso pueda ser un motor de tu deseo de crear y de la fuerza de poder tolerar sentir la soledad y la angustia que implica hacerte cargo de tu deseo.
(Silencio) Me acuerdo uno de los tantos viajes en colectivo en una charla con un actor, un colega amigo de esa época, me preguntaba cosas, estaba ávido de preguntarme cuestiones, un gran actor que dejó de ser actor (por ahora) por tener que ganar dinero para vivir. El quería saber cómo iba a vivir si elegía este camino, le dije: al principio te vas a sentir solo, y vas a estar solo, porque nadie cree en lo que hacemos, es hostil este momento, lleno de dudas pero cuando todo eso se transforma, hay plenitud y compañía, mucha compañía.
Lo tenías muy claro.
Es que había atravesado ese umbral, no había manera de transmitirle otra cosa. Mi viaje había empezado. Estar y permanecer en el viaje a pesar de todo y de todos. Una vez que se conoce esa permanencia no hay vuelta atrás. Claro que se puede cambiar de opinión en cinco minutos, pero por ahora, definitivamente estoy en el viaje.

Lo que para otro es lo consumado del deseo para vos es el motor para estar viajando, como mañana que vas a Uruguay el avant premiere de Ojos grises. Al volver a Buenos Aires, pasa a ser tiempo pasado y se renueva el deseo en vos.
Bueno, el deseo sigue siendo el mismo pero vuelvo y empiezo a filmar otra película ¡Ya estoy en otra película! Y evidentemente ese es el desarrollo de mi situación. Como cuando te preguntan si éste es tu mejor momento, no porque me lo hayan preguntado a mí pero yo escucho mucho esa pregunta (risas). Creo que el mejor momento es el que estoy viviendo ahora. Hago un trabajo con el presente, esa búsqueda es eterna porque es ahora, cuando soltás y dejas ir la mente con libertad, pero tomando decisiones ¿no?
Tal como lo estás haciendo ahora. Para vos es tan fácil soltar lo que se te pasa por la cabeza. Y sin embargo, es muy difícil llegar a hacer lo único que solicitamos los psicoanalistas: la asociaciónn libre. ¡Vaya oxímoron que vos disfrutas mucho!
Por lo general lo hago cuando me siento cómodo, cuando alguien tiene ganas de escuchar también. Si no está esa parte… eso lo presiento, observo, escucho, aprendo, si no lo percibo, no hay manera de que me ponga a hablar de un tema que por ahí me interesa sino hay una escucha presente.
Espero que hoy aprendas escuchándote, es muy interesante todo lo que deviene de tu ser y de tu deseo, y de cómo disfrutar de ese viaje a partir del encuentro con tu deseo. Quizás por eso dejaste la carrera, porque no concebis la vida como una carrera.
¡Noooo! Lejos, lejísimos de eso. Hace poco hablaba con un colega con alguien, con quien comparto escritura en este momento, estoy curando guiones de cine, escribí y escribo mucho teatro…
Me imagino por tu manera de hablar que debes escribir muy bien.
¿Se reflejará? (Silencio) El tiempo de la escritura es bello y triste para mí, no hay manera de que te apoyes para seguir adelante, sos vos el motor, como en todo lo que hago y en todo lo que hace cada quien. Las obras de teatro se hacen con otros, te alumbran todo el tiempo, el público, tus compañeros y compañeras. Yo existo, creo, no sé pero tengo esa fantasía, existo para vos porque estoy acá pero cuando me vaya no voy a existir para vos… Vos me estás alumbrando ahora. Esa búsqueda de presente la entiendo así.
Este momento. Nosotros acá.
Exacto. No hay nada más. Pienso en los recuerdos también, esto de recordar y enmendar un recuerdo en este momento porque está pasando en este momento. Escribir este tipo de cosas me interesa.
Aún en la experiencia que estoy haciendo ahora de escribir con otra persona, hay un instante en donde el material empieza a tener una dimensión que no tiene que ver con que vos dispares palabras, sino con que el material te dispare palabras a vos. En algún momento del proceso de escritura, la luz empieza a ser esa gente que creaste en la hoja en blanco, cuando llega ese instante sensible de permitirles ser, son tu única compañía; esa es la parte bella y lo triste es que estás solo, no hay nadie con quien compartir. Aún escribiendo en dupla.
Ahora, también, está tomando vuelo la versión cinematográfica de mi primera obra, ya terminó el rodaje, no pensé nunca que alguien podía beber de mi obra para hacer una película y de repente, ¡Alguien viene y luego hace otra cosa con lo que vos hiciste! Me parece la vida misma. Le agrega valor porque se le ocurre otra cosa a partir de… Es interesante ese concepto. Cuando se habla de plagios, de robos de obras, cosas que parecen que son muy obvias, me pregunto: ¿qué sería agregarle valor a una obra de teatro? ¿O a una botella de plástico?: es muy simple, viene alguien y la hace reciclable, después si es mejor o peor, lo veremos dentro de 50 años.
Me invitaron a re visitar mi obra, escribiendo una nueva versión sobre la que ya habían escrito tres guionistas. Sabía que era muy jugado por los tiempos de producción que yo presentara algo radical, pero valía el intento porque es un material sobre el que tengo muchas horas de vuelo, de investigación. Las reuniones previas a la escritura de un guión, son una especie de plataforma sobre la cual vas a comenzar a crear, en este caso, la plataforma fundacional había sido creada por mi hace quince años, luego está ese guión que recibí. En esa única reunión se habla sabiendo que se sabe de lo que se habla, uno escucha las cosas, puede escuchar, pero tienen un sentido, quizás, muchos años después. Se oye cuando se oye pero ¿cuándo realmente se escucha?
En esas charlas sobre lo que se va a escribir o re escribir, hay que ser muy preciso. Estar muy atento.
De todas formas cuando se trabaja para alguien o en equipo, siempre hay notas y devoluciones para reescribir, ese proceso es así más o menos, cuando presentás tu guión vienen las notas. Hay un momento donde te relajas y decís: “chicos, si quieren escríbanlo ustedes” (risas). Es el momento en donde contestan: “nooo, noooo” (risas). Cuando das libertad -porque todo el mundo sabe escribir y no hay ningún problema-, decir “hacelo vos” funciona para que entiendan que para algo estás liderando la escritura. Todo el mundo puede escribir, todo el mundo puede cocinar, todo el mundo puede hacer lo que sea, ¿estamos de acuerdo con eso? ¡Haganlo! Se entiende ese concepto, ¿no?
Sí, claro, todos podemos ser artistas en alguna medida, pero hay que ponerse. Todos podemos cocinar sólo hay que hacer una receta o inventarla, y como dice Einstein, se requiere de inspiración y mucha transpiración.
Justamente con ese actor de quien te hablaba antes, que repito es un gran actor y ojalá vuelva a actuar, él cada tanto aparece y pregunta y está claro que no se ha escuchado, está clarísimo, se dedicó a otra cosa y le va muy bien en lo que hace y lo hace muy bien, es su profesión, puede ganar dinero y sobrevivir. Pero de vez en cuando aparece y me dice: ¿en qué estás? Te quiero ir a ver, ¿estás dando clases? Sí, estoy dando clases. Bueno, viene, se va, vuelve, me voy porque tengo que entregar cosas… Esa cosa que ronda, ese bicho que picó, ese deseo no escuchado, eso, exactamente eso, es postergar la decisión, seguro trae consigo consecuencias. No escuchar ese deseo.
Por eso no necesitas psicoanálisis, porque ya escuchaste tu deseo, y ahí está el eje de todo un análisis en trabajar sobre un deseo de ser el deseo del otro, de esos otros inconscientes de nuestros progenitores, la escuela, la sociedad… Y vos pusiste todo esto en cuestión. Conozco bien esa angustia de escucharme y quedarme absolutamente sola, la atravesé para poder hacer lo que deseo.
Es que esa alegría que vos tenés por lo que hacés, no viene de otro lado, esa alegría que contagiás cuando vas al teatro, cuando difundís yo me pregunto: ¿cómo está viviendo esta persona lo que hace?, ¿cómo abraza de esta manera su actividad?, y esa pregunta que me aparece, me la acabas de contestar. Hay algo de esa completitud si se quiere, que no es el concepto de llegar a algún lado y todo lo demás, sino de permanecer haciendo.
Y en el momento que consultaste, ¿no te estabas escuchando?
Fui en un momento perturbador, fui a analizarme por algo muy puntual, fue un momento de no poder escucharme. Estaba con muchas obras, tres obras de teatro, no cuatro, Macbeth en el San Martín con 5 funciones semanales, estaba con La piedad y los animales los sábados a la noche, los domingos con La Huerta, en El Callejón y estábamos los jueves con una obra mía. Ese era mi panorama y estaba grabando una miniserie que se llama Jostel que era divina es de Mariana Chaud también, con Paola Barrientos, Horacio Peña, Ignacio Rogers, María Alche, Valeria Correa. Adoro ese proyecto y esa gente.
¿No te escuchabas o estabas escuchando muchos deseos a la vez?
Ese es mi ritmo habitual de hacer pero estaba atravesando una separación, dormía en casa de amigos. Ahora lo que analizo a la distancia y no es una reflexión general, sino que hablo desde mi subjetividad, pienso que al momento en que una pareja empieza a separarse, hay algo del dejar de acompañarse. Nos dejamos de acompañar. Me puse muy profesional, rompí un grupo de trabajo de 10 años de giras, no lo rompí pero dejé de escribir para ese grupo. Esos 6 meses de análisis fueron para prestarme atención y fue una muy buena experiencia. Para mí, repito, quien tiene suerte es el que aprende en todas las circunstancias de la vida. Y esa fue una circunstancia de mucho aprendizaje. Cuando en una relación se deja de acompañar, no hay mucho sentido de permanecer en la no compañía, porque no hay encuentro posible, no hay tal cosa como pareja. Aunque estoy en pareja no creo en los formatos, en las definiciones, entonces no creo en la pareja, ni creo en la familia, ni creo en un montón de formatos, no creo en todo lo que nos han mostrado, en todo lo que nos siguen “enseñando”, ni en todo lo que socialmente seguimos fomentando, por ejemplo, lo que produce el fútbol, lo binario, constantemente presto atención a desterrar los pensamientos binarios. No es que no crea en todo esto porque no existe, existe pero ponerse a cuestionar los mandatos sociales es un buen paso para crecer, lo podemos profundizar en otro encuentro.
Es una invención de nuestro imaginario cultural el armar formatos y moldes donde encajar.
Es que por haber encontrado lo que vine a hacer a este mundo, y este es un plus, tengo el tiempo para hablar y pensar en todo esto, son boludeces, alivianemos la carga, tengo tiempo para pensar estas boludeces. Me dedico a lo que vine a hacer a este mundo. Ahí hay un fin, una misión que es superlativa: entretener y despertar personas, influenciar, actuando, escribiendo, dirigiendo, re escribiendo, dando clases, de la manera que sea pero todo es en esa dirección…
Actuar, escribir, la docencia, el trabajo de tu pensamiento, de alguna manera, es con el fin de despertar a otro y mantenerte despierto.
Claro, porque en ese sentido voy creciendo, aprendiendo, bebiendo de las relaciones. Yo creo que yo soy vos, y vos soy yo. Y si pienso de esa manera, entonces hay un permiso para pensarme en vos, y creer que tu tiempo vale lo mismo que el mío por ejemplo, y así con cada persona. No hay tal cosa como un ser separado, somos una sola cosa fragmentada y si llegáramos a pensarnos de ese modo seriamos realmente una sociedad, si yo me doy cuenta, percibo tu ser y esa sensibilidad la uso para darte lo que vos necesitas para llevar adelante tu actividad (este encuentro por ejemplo) entonces la relación es posible, pero si yo en cambio te niego y compito con vos porque me gustaría hacer lo que vos haces por ejemplo; entonces mi envidia impide mi ser, al mismo tiempo que intenta impedir el tuyo. Lamentablemente, en general, las distracciones nos enfrentan, en vez de dedicarnos a cocrear nos dedicamos a competir, en la competencia alguien pierde y otro gana, no hay creación. Entonces mi reflexión al respecto es ¿a quién le conviene que tengamos ese comportamiento competitivo?
¿Al Dios mercado, al Dios dinero? ¿Pero quién inventó ese Dios sino nosotros? Ahí es cuando el otro no concibe la otredad como a uno mismo y no puede acompañar. ¿Y es ahí donde viene la separación de pareja?
Seguimos siendo, parecería que ahí termina la pareja, que no trasciende. Y no es así, nos invitamos mutuamente a seguir siendo parte de. Yo elijo que esa persona sea parte de mi vida, y esa persona lo mismo.
¿No sólo porque es la madre de tu hijo?
No, eso para mí es una convención, ser padres separados es muy fácil. Existe algo maravilloso que es el Whatssapp, mandas un mensaje diciendo “estoy llegando en 5” y fin del asunto.
Ahora bien, cuando las personas involucradas en una separación se terminan odiando, no hay ningún tipo de crecimiento, creo que de esa relación no se aprendió nada, no hay suerte. Ni en la comunicación ni en ningún otro ámbito, de hecho hasta vuelan hijos por los aires. ¿Es una decisión? ¿Cómo puede ser posible que una persona con la que te fuiste a dormir todas las noches durante años y compartiste tantas cosas hermosas no te haya dejado ninguna puerta abierta para haber aprendido algo?
William, estás hablando de decisiones sumamente importantes en tu vida, y de la libertad de elegír el bien-estar y no sólo por León como vos decís, por vos.
El amor, la observación, la capacidad de percibir a la otra persona (que todo el mundo tiene) y usarla para ayudar a la otra persona, abre todas las otras puertas que no son binarias. Lo que crece por el medio.
Ese amor que te abre todas las puertas, ¿Qué sería para vos?
Esto que estamos haciendo acá.
Cerramos con esta reflexión y muchas gracias por este encuentro.
Gracias a vos.
DEL OTRO LADO DEL DIVÁN
Empiezo por el final, por donde imagino que empezaría mi maestro Freud: el amor de transferencia, herramienta fundamental del psicoanálisis (tratándose siempre de un amor verdadero, todo vinculo amoroso contiene la impronta de la reedición de la relación del infans con las personas significativas que lo criaron). Y para abordar esta reflexión final de William, hay que linkearla con el comienzo de la sesión, donde la posibilidad de relajarse en el diván y entrar en estado de asociación libre (lo que en ocasiones, cuesta años de análisis) se desarrolla en él, sin obstáculo alguno. Ese amor de transferencia genera y se acopla al deseo de todo analista: el amor a la verdad y a ese saber no sabido de lo Inconsciente.
El amor con una madre “adorada” con quien entra en fricción para poder no ser su deseo y encontrar el propio, fue el primer paso hacia la búsqueda de sí mismo. Trabajó duro para ello pero tenía a sus padres como modelo de lucha y de trabajo. William presentificó la imago materna en sesión a través del amor que desplegó en la valoración de mi escucha y pude asistir al proceso de transformación de “friccionar” con su madre (cual lámpara de Aladino) para motorizar, desde ahí, la sublimación de su arte. Esta es su manera de darla a conocer al mundo: rebozar de deseos y de amor por todo lo que hace, incluido el momento de poder pensarse en el diván.
Este amor de transferencia me facilitó la vía regia para instalarme en estado de atención flotante ingresando en el universo de su Inconsciente y poder escuchar a un ser que ya supo escucharse, y a partir de esto, supo romper con ideas binarias como éxito o fracaso, ganar o perder, para vivir su vida como un aprendiz. Todas las circunstancias de su vida hablan de la sublevación a mandatos sociales y la renovación constante de sus votos: hacer lo que desea y no traicionarse jamás. William es un ejemplo de vida, sobre todo para la población de adolescentes que no saben para donde correr (si hacia las postas, a la nada misma o al sin sentido de vivir).
El amor con su padre le dejó otra marca, el deseo de ser original como los Beatles y ser un creador (de hecho, responde sin saber por qué, que él sería un creativo cuando sea grande), y ya es grande, y esto lo comprendió cuando perdió a su padre; allí “Willy” dejó de ser la mitad, y se hizo cargo de ser enteramente William (“Willy” /” I’am”: yo soy traducido del inglés al español.) Y si hablamos de teatro, actuación y dramaturgia, ¡¿qué inglés fue más original que William Shakespeare?!
Este artista muy cultivado, por cierto, podría ser además un gran filósofo o eximio psicoanalista por las “boludeces” que aborda con total profundidad. Todos los tópicos de la lectura de su subjetividad, están teñidos de una mirada psicoanalítica, filosófica y sociológica. Su trabajo de pensamiento lo lleva a derribar mandatos para llegar a encontrarse en su singularidad. Desde allí observa el mundo, su familia, sus relaciones y los formatos en los que nunca encajó ni quiso encajar, y desde esa perspectiva y sin necesidad de enlazar conceptos universales, consigue que el imaginario socio-cultural se preste a una puesta en cuestionamiento. Analiza la lógica del culto al sacrificio (enseñanza de nuestros padres y abuelos) hasta llegar al momento actual donde el binarismo de tener o no tener, reemplaza al ser o no ser (aquí cabe la reflexión de Hamlet: ser o no ser, esa es la cuestión). La inmediatez con que los deseos se prenden y apagan como dispositivos electrónicos, conlleva una fuerte apatía cuando se termina de llegar a una posta para ir en busca de la siguiente. . Este análisis daría lugar a repensar conceptualizaciones psicoanalíticas desde en el nivel de la transubjetividad y reformular la cuestión de la muerte del deseo como efecto del imaginario socio-cultural (tema que no se debería esquivar en todo análisis ni hacerlo reductible al mundo interno de quien nos consulta y lo padece como una nueva forma de sufrimiento de nuestros tiempos).
En William sensibilidad e intelecto se conjugan y se retroalimentan en permanencia como si tuviera el dispositivo analítico como herramienta para pensarse en todo lo que hace (como si los 6 meses de análisis los hubiera sembrado para cosechar años de análisis).
Mientras William se siga escuchando, no hay demanda de análisis, sin embargo, sí hay un espacio que abre entre él y quien lo escucha, apreciando la escucha del otro. El sabe bien que si deja de escucharse o de aprender, se prenderá una señal de alarma, y no claudicará a condenarse a la prosternación de la infelicidad: no escuchar su deseo.
Todo lo que nos enseñaron para juzgarnos, para no saber pensarnos, para no escucharnos y no aprender de nosotros mismos, de los demás y de los avatares de la vida, a William lo interpela.
El día de su nacimiento 9 de julio de 1976 (día de la independencia en medio del comienzo de los primeros meses de una dictadura atroz en Argentina), deja la traza del libre albedrío como valor fundamental y de la toma de decisiones fundantes de su que-hacer y su bien-estar.
Este aprendiz y librepensador, nos tira varias “postas” y entre tantas, nos dice que la posta es que no hay postas a dónde llegar. Resuena en mí al escucharlo la frase de Kafka: “hay un punto de no retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar”. Y lo alcanzó, lo reafirma en la sesión y por suerte para nuestra cultura, William Prociuk no tiene retorno.