
Hijo de madre costurera y padre canillita, me forme a los tumbos.
Las escuelas y sus barrios se cambiaban como camisas.
Preferí a mis amigos sobre mis compañeros, más pelota que escuadra.
Y como si nada: fumé mi primer pucho, me peiné con gomina y debuté.
A mí me temblaban las piernitas,
pero el abrazo, la caricia y el beso de esa puta maravillosa marcó mi hombría.
Ya macho conocí la rebeldía, el vicio y el amor.
El tiempo paso. se llevó el amor, la rebeldía y los viejos.
Un pucho, una raya y un whisky sostienen mi memoria y motiva mi inspiración.
En el fondo oigo unos acordes que me recuerdan
aquello que escuchaba en ese patio enorme cuando mi vieja fregaba la ropa…