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CUANDO NOSOTROS LOS MUERTOS NOS DESPERTAMOS – Dirección: Rubén Szuchmacher – Por Dra. Raquel Tesone

Fotografías: Mauricio Cáceres

Ingresar a la majestuosa sala María Guerrero y dejarse impactar por una puesta en escena onírica como la que realiza Szuchmacher, es en sí mí mismo un evento artístico que nos imprime en el psiquismo una imagen donde la emocionalidad y el placer se conjugan perfectamente.

La escenografía de Jorge Ferrari utilizando los recursos de rotación del escenario en tres partes con montañas y bosques, permite al espectador instalarse en un balneario de Noruega con un escultor reconocido Arnold Rubek y su esposa Maia. Allí aparece Irene, una mujer que fue la modelo con la que este artista realizó su obra más famosa. Irene contiene en su composición e interpretación múltiples aspectos que Ibsen deja entrever en su narrativa, ella es por un lado la musa inspiradora del artista, por otro, una muerta en vida, porque dio su vida a quien la utilizó para sublimar, y ella lo amaba secretamente. Irene lo acusa de “robar su alma” para crear ese hijo que es la escultura que Rubek realizó con ella y le reprocha el no cumplimiento de su promesa: llevarla a la cima de una montaña donde iba a sentir la gloria. Sin embargo, para Rubek, él no incumplió su promesa, porque la obra “Resurrección” llego a su cénit. Pero Irene siente que su gloria no es la obra, sino la consumación del amor con el artista. Me pregunto si el artista puede sublimar (para lo cual, tiene que desviar su energía del fin sexual para transformarla en arte) y al mismo tiempo, enamorarse de su musa como objeto sexual, y parecería muy difícil, pero hubo casos como la pareja de escultores Rodin y Claudel, aunque Claudel además de su modelo, era una escultora de alto vuelo y a mi gusto, superó a Rodin.

El deseo de ascensión de las montañas es todo un simbolismo y está presente en Maia cuando aburrida de un marido que vende su alma al diablo, y luego de esa obra maestra, no produce más y hace esculturas a pedido, por dinero y no por amor a su arte, se va a la montaña con un cazador. Si bien, Maia y Rubek van en la misma dirección, se plantean rumbos separados. Ibsen aborda con maestría en qué consiste la ética del artista: guiarse siempre por su musa y no por las necesidades de la oferta y la demanda, ya que además, el precio de no escuchar sus sueños, ha sido matar su arte. 

Rubek quiere recuperar el deseo de volver a ser llevado de la mano por su musa y está atraído por seguir a Irene pero no puede disociar entre la mujer y su musa. ¿Qué lo atrae a un artista cuando el objeto de su inspiración pretende ser objeto de su deseo? ¿Cómo se produce el proceso de sublimación del artista con su arte? ¿Qué rol juega la pareja de un artista cuando siente el desamor porque “la otra” pasa a ser el amor al arte? ¿Cómo se juega el narcicismo que apuntala el arte de los artistas? ¿Qué le sucede al artista cuando es abandonado por su musa o cuando no la sabe escuchar? ¿Cómo los ausentes, los muertos, los que no están pueden transformarse en los fantasmas que sostienen a quienes seguimos vivos y nos nutren de arte si los resucitamos dentro nuestro (por algo Ibsen llama a la obra maestra de Rubek “Resurección”)? Estos son algunos de los interrogantes que Ibsen responde con esta obra. 

La adaptación de la dupla Rubén Szuchmacher y Lautaro Vilo de este clásico, otorga una dinámica teatral y un ritmo a los parlamentos que son muy cesudos y la dirección de Rubén Szuchmacher, es como nos tiene muy habituados, impecable en todos los sentidos. Cuenta con un gran elenco : Claudia Cantero, Andrea Jaet, José Mehrez, Verónica Pelaccini, Horacio Peña, Alejandro Vizzotti

Es de destacar que junto a la magnífica escenografía de Ferrari, la iluminación de Gonzalo Córdova y la música original de Bárbara Togander, confiere el toque de ensoñación enigmática que hace que esta puesta en escena nos sumerja en un paisaje y en un clima ideal para despertar a cualquier muerto movilizando la dimensión de lo Inconsciente y haciendo ensamble con los diálogos profundos de los personajes. 

Finalmente, en esta última obra de Ibsen, el escritor se piensa a sí mismo y a su acto creador, y Szchumacher nos interpela en todos los sentidos cuando nos lleva a resignificar que será realmente estar vivos y qué será estar muerto en vida. La respuesta está dentro de esta pieza teatral que hacen homenaje a Ibsen, a los artistas, a las musas y al arte, logrando que ningún espectador pueda permanecer como muerto y todos nos despertemos a la vida. 

Funciones:

Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815)

Domingo, Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado – 20:00 hs – Hasta el 03/04/2022 

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