
Su figura borrosa se desliza entre sombras
de niebla nocturna que al morir
transporta el mar,
un mar que posee un embrujo
y provoca en el alma
estados de nostalgia dolor, sueños y paz.
A solas en la playa,
su imagen cobra vida
y emerge sobre el mar,
se acerca hasta mi lado con sus brazos abiertos
y aprisionada en ellos,
feliz me dejo estar.
Ondas melodiosas,
cascabeles de nácar repican sin cesar
y los rayos de luna con su fulgor dorado
como duendes traviesos nos besan al pasar.
Nos envuelve la brisa,
suave brisa marina y
y al compás de su influjo
nos dejamos llevar como dos golondrinas
en busca de su nido que un ángel desde el cielo
custodiándolo está.
Al instante despierto
y observo que fue solo un soñar.