A priori el discurso capitalista aparece como un crimen perfecto al cual parece imposible poder pensarle su cierre o una salida. Sin embargo, Jorge Alemán afirma, durante la presentación de su último libro en la conocida librería de Barcelona, La Central, recordando la enseñanza de Jaques Lacan, que hay algo que hace obstáculo al capitalismo en su avance arrasador. Hay algo irreductible a su lógica, incluso en su forma más salvaje, la del Neoliberalismo. Eso irreductible es la singularidad del sujeto que el capitalismo intenta por tanto obturar y que se funda en un vacío que constituye a ese sujeto y que es imposible de colmar a pesar de todo el goce bobo que la técnica es capaz de producir. Publicado por Ned Ediciones, Capitalismo. Crimen perfecto o Emancipación se trata de un libro de total actualidad, en el que el reconocido psicoanalista y ensayista argentino vuelve a repensar la posibilidad de la emancipación desde la enseñanza de Jaques Lacan.
Cierto es que el discurso capitalista ha ido cambiando en un perfecto ejercicio de gatopardismo para que nada cambie y se sostenga la acumulación de riqueza. Y así, cuando para acumular capital era necesario engrosar las filas de trabajadores dispuestos a darlo todo por la empresa, el discurso promovía una ética del trabajocentrismo y el modelo era el “self made man”. En contrapartida cuando resultó necesario reducir el Estado para apropiarse de la riqueza que el Estado de Bienestar pretendía distribuir, el discurso promovió un individuo activamente responsable de sí mismo y de sus circunstancias -como si las circunstancias de cada uno fuesen consecuencia sólo de un acto voluntario-, para así legitimar el desamparo en el que el Neoliberalismo dejaba a muchos.
Esta renovación permanente que no para de experimentar el discurso capitalista, es una renovación a la que está obligado, según Jorge Alemán, porque el capitalismo no encuentra su punto de anclaje o su punto nodal. Es decir, no tiene límite o freno porque no encuentra un punto al cual fijarse para lograr asegurar la acumulación de riqueza en forma sostenida.
Por un lado, no es eterno en su reproducción ilimitada. Los recursos son escasos y por eso, como dice J. Alemán, “el capitalismo ya no mejorará las condiciones, al contrario, aumentará cada vez más la desigualdad, la deuda, el financiamiento de la economía real” (pp.24-25). De hecho, estamos llegando a una instancia del sistema capitalista en la que lo que está en juego es la mera subsistencia. Conflictos como el de la guerra de Siria son un ejemplo de hasta dónde se pueden extender las consecuencias de la explotación extenuante de los recursos naturales. Todo el conflicto se inició por una gran sequía que dejó a millones sin su medio de sustento habitual, la agricultura, obligándolos a hacinarse y a mal vivir en las ciudades. Esa gran sequía fue una de las muchas catástrofes climáticas a las que nos expone el cambio climático, que a su vez resulta de la transformación dramática de la bioesfera y de múltiples ecosistemas por la apropiación sin límite de los recursos naturales que viene haciendo el sistema capitalista. Cómo decía Lacan: «… eso no podría correr mejor, pero justamente eso marcha así velozmente a su consumación; eso se consume, eso se consume, hasta su consunción»
Por otro lado, existe algo que le hace obstáculo al modo de operar del capitalismo; algo que se resiste a ser capturado por la lógica del consumo, un vacío imposible de colmar. En su experiencia con el lenguaje, el sujeto emerge constituido por un vacío en tanto ningún significante lo puede definir en su completitud. Algo se escapa a la nominación cuando no todo lo que lo constituye ni todo lo que puede devenir ese sujeto puede ser nombrado por ser imposible de colmar o de satisfacer su deseo, deseo que funda el campo de su potencia.
En este sentido, este vacío se opone a la lógica homogeneizadora del capitalismo del “para-todos” como la denomina J. Alemán, y que podríamos traducir en un “para-todos-lomismo.” El capitalismo necesita para sostener la acumulación de capital, o de la riqueza, que todos nos satisfagamos con lo mismo, así todos compramos lo mismo. Es simplemente una cuestión de economía de escala, en tanto más compremos lo mismo, menos cuesta producirlo, más plusvalía queda y se acumula en un mismo lugar. Sin embargo, ese vacío existencial del sujeto no puede ser asimilado por esa lógica del universal “para-todos”, porque no hay un universal capaz de nombrarlo hasta la completitud. Por tanto, ese vacío que hace a la singularidad del sujeto se opone como obstáculo al avance arrasador del capitalismo.
En ese punto es entonces cuando, como bien señala J. Alemán, ese sujeto “es convocado a imaginar una posible ‘completud’” (p.93). El discurso capitalista le hace creer al sujeto que puede ocupar el lugar del amo según la lógica de los cuatro discursos que definió Lacan, porque este discurso niega la castración, y entonces el sujeto se engaña y se cree que todo lo puede. Se niega el límite negando lo imposible. Para el capitalismo, y para la ciencia y la técnica que vehiculizan su verdad, nada es imposible. Sin embargo, la falta que constituye al sujeto insiste y en ese punto, el sujeto se dirige a la ciencia y a la técnica en una pura demanda para que produzca pequeños objetos, o artilugios, con los cuales intentar colmar su vacío. Pero como de eso sólo resulta un goce bobo, el sujeto nunca encuentra una satisfacción posible por esa vía; con lo cual su demanda aumenta y el sujeto se aliena cada vez más.
Frente a ese empuje a intentar completarse, J. Alemán nos recuerda que Lacan nos enseñó que los significantes con los que el sujeto puede llegar a intentar nominarse, aunque no abarcativamente pero sí ajustadamente a su singularidad, podrá encontrarlos en lalengua, neologismo con el que Lacan designó, según las palabras de J. Alemán, “la estructura del habla común en la que se habita” (p. 28). Lengua que se aprehende con lo que afecta al cuerpo y que constituye para el sujeto un entramado de pulsiones y significantes, por lo cual la palabra adquiere un sentido singular para cada uno que excede el significado que le dicta el diccionario y que puede abrir el espacio de lo Común.
En ese sentido, como dice J. Alemán: “solamente en el Común de la lengua es el lugar donde se encuentran los distintos legados simbólicos que se oponen a la deshistorización o a la desimbolización que los diversos dispositivos de dominación neoliberal promueven.” (pp. 28-29). Si alguna posibilidad de encuentro es posible será solo haciendo lugar a la singularidad de cada uno, si no, no será encuentro, será identificación masiva. Y sólo en el campo que funda lalengua, se puede hacer lugar a la singularidad del sujeto, a la máxima diferencia. Ya que, como bien señala J. Alemán, el capitalismo constituye un ultraje a la diferencia, haciendo proliferar otras falsas diferencias, como quiénes son tus padres, dónde naciste, o a qué colegio fuiste. Falsas diferencias que ocultan, tapan o taponan la emergencia de la diferencia absoluta. Es decir, la singularidad de cada uno.
Cabe señalar, además, que en estos tiempos los significantes son apropiados por el Neoliberalismo para ser bastardeados; hasta llegar a que hablar hoy en día de derechos, solidaridad, comunidad o popular, vuelve al ciudadano un sospechoso y por lo cual hablar al otro sin que se arme lo defensivo resulta todo un desafío. Desde luego no es con discursos idealistas ni idealizantes, porque todo esto termina confluyendo en el siempre peligroso juego de las identificaciones que pueden disparar lo peor del amor narcisista y del odio al otro. Advierte justamente al respecto Jorge Alemán, que cada vez más el juego político se dirime por una cada vez más extrema trama de identificaciones. La posibilidad por tanto de una palabra que adquiera matices singulares para cada uno que escapen a lo dictado por el diccionario, puede hacer que esta palabra escape también a ser bastardeada en la lógica del “para-todos lomismo”.
Otros temas de muchísima actualidad surcan la trama del libro intentando explicar algunos otros acontecimientos actuales, como los que rodean al nuevo impulso que ha cobrado el feminismo o el retorno de la ultra derecha.
Se hace así una lectura del recrudecimiento de las distintas formas de violencia hacia las mujeres como un rechazo a la imposibilidad de la relación sexual; es decir, a la imposibilidad de complementariedad con el otro; en tanto que, como explicó Lacan, toda impotencia llama a la fuerza (pp. 168 – 169). Ahí, en ese punto de no aceptación de la imposibilidad, J. Alemán nos dice que la lógica del “para-todos muestra la impotencia para entender la relación con el otro sexo como un modo de habitar Lalengua” (p.170).
Por otro lado, se advierte acerca del resurgimiento de la extrema derecha como un fenómeno que responde a “una demanda de orden, más allá de los acentos xenófobos y racistas, que requiere y exige la aparición de un amo que haga justicia ‘fuera de la ley y contra los ‘indeseables’ …” (p.26); lo cual lleva a la “urgencia de un debate … sobre cómo elementos aparentemente ‘extrapolíticos’ como el odio, la pulsión de muerte, las identificaciones, etc., están determinando de forma muy peligrosa un nuevo modo de hacer en la política mundial” (pp. 26-27).
En este sentido cabría explicar que tal cual como Freud vino a develar en “El Malestar en la Cultura” (1930); el odio es una fuerza constitutiva del sujeto como lo es su amor narcisista. Digamos que desde bebés in-corporamos todo lo que nos causa placer como parte de nosotros mismos y conformamos todo lo que nos causa dolor, malestar, displacer, como causados por otro, ajeno a nosotros, irreconocible como algo propio, aunque responda a estímulos del propio cuerpo. En este sentido, el otro empieza a conformarse como aquello con lo cual el sujeto no puede identificarse y que incluso rechaza. Si además ocurre, como en la actualidad, que el discurso se plantea en términos de el otro o yo pervirtiendo el significante solidaridad al significarlo como sacrificio -lo que le dan al otro me lo sacan a mí-;y para más agravante se aviva la hoguera del odio con mensajes al estilo de “alguien va tener que pagar la fiesta”; la identificación se desliza rápidamente por la vía negativa, la del odio, y el otro se convierte en el enemigo.
Y así unos y otros discursos, que nos justifican a nosotros mismos ante nosotros mismos, confluyen para que aparezca una mano dura que castigue a alguien por la pérdida que cada uno sufre y por la que ninguno se responsabiliza, y eso explica muchos retornos… entre ellos, el del fascismo. Como advierte J. Alemán: “Estos argumentos, bastantes estereotipados, que tienen como base subyacente una apelación a los mandatos superyoicos que impregnan el imaginario social, …, contribuyen a conformar una “fantasmática social,” “la que se busca a quién imputar qué se ha ‘robado’ al goce de los otros” (pp.149-150). Se trata otra vez del malestar del que hablaba Freud, aquel que se produce por la renuncia al goce y que según Freud llevaba a erigir en la cultura un Superyó castigador. Es decir, esa renuncia al goce es soportable mientras uno crea que todos estamos en el mismo barco y además que ese sacrificio reporta algún prestigio. Pero cuando la aceleración de los tiempos nos pone en la época de la inmediatez, de la satisfacción inmediata, exijo la satisfacción de mi demanda, ahora y ya; y si no la obtengo exijo que se castigue a quien creo que me la robó.
Para concluir, cabe mencionar que Jorge Alemán señala que el capitalismo parece un crimen perfecto sin salida porque “… ninguna fuerza política actual, incluso las que hoy en día combaten el neoliberalismo, son en sí mismas emancipatorias, porque aún está por emerger el sujeto que las encarne” (p.30).
La propuesta de J. Alemán es que un proyecto político que pretenda la emancipación del sujeto, o sujetos, debe tener en cuenta esa falla ontológica fundamental que es imposible de colmar y que constituye su singularidad irreductible, y que, por tanto, se opone a toda pretensión universalizante que acabe resultando en una forma de dominio que obtura la emancipación.
El desafío político es, por tanto, cómo encontrar qué imagen ofrecer que sea fundante de un campo en el que el sujeto pueda alojarse con su vacío y allí responsabilizarse subjetivamente de ese vacío y del deseo que desde el mismo puede emerger. Un campo en el que la acción sea acto que inscriba en lo público la máxima diferencia de cada uno y que así vaya construyendo un horizonte posible para cada uno.