Otra vez John Williams, el autor de Stoner, retorna con su primera novela: “Solo la noche”, escrita en 1945.
Nos cuenta un día en la vida a Arthur, un joven taciturno, solitario, de quién en verdad sabemos muy poco.
¿Qué sería saber algo sobre otro? La impresión que tenemos es que a Arthur le han pasado cosas en su vida -a quien no- y está a la deriva. En sus vínculos con los otros personajes -su padre, una mujer, un amigo-, Arthur parece no expresar lo que siente y piensa, simplemente «algo» marcha en su interior.
Un día recibe una carta de su padre quien le propone un encuentro que, en algún punto, le reavivará los fantasmas de su historia: la madre que no está, parece enlazar y a la vez, separar a estos dos hombres, cómo si una verdad no pudiera ser revelada y quedara a mitad de camino. En este trayecto vamos, como lectores, acompañando a Arthur, pero el joven parece transitar por la vida, casi fantasmal mente, con una coraza que lo protege de encontrarse con su dolor…
“Solo la noche” comienza con el relato de un sueño. El andar de Arthur parece onírico, la realidad lo sacude y por momentos todo se torna una sucesión de imágenes que bien podrían ser parte de un sueño, o no…
Nuestro joven encarna la soledad, elegida y a su pesar, en una ciudad hosca y superficial, cruel y desamorada. Esta soledad abre una cuestión interesante para explorar porque hace referencia no sólo a las distancias entre el propio sentir, pensar y hacer sino también a la relación que cada quien construye con sus propios fantasmas, aún a costa de expulsarlos de su propia vida.
Tal vez la soledad sea eso: el modo en que vemos al otro con sus fantasmas y nos compadecemos pero no podemos hacer nada. Menos aún, podemos vislumbrar esa distancia en nosotros mismos, la vemos afuera y ni siquiera nos refleja.
“Solo la noche”, una mirada sobre la soledad en la que nos resulta difícil encontrarnos con nosotros mismos, como espacio infinito entre las problemáticas que nos constituyen subjetivamente.
Sin dudas, este libro es una invitación a mirar y mirarnos, pero deteniéndonos y preguntándonos lo que tal vez no tenga respuesta: quienes somos y cómo vamos siendo.