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AL DIVÁN LAUTARO DELGADO TYMRUK – Por Dra. Raquel Tesone

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Lautaro Delgado Tymruk actor, prestigioso y prolífico en todos los campos artísticos: cine, televisión y teatro.  En cine sus últimos trabajos fueron: “Gilda”,“Francia”, “Topos”, “Los del Suelo”, “Kriptonita” y “Unidad XV”. En televisión se destacó en los últimos años en “Nafta Súper” y “El elegido” entre otras y en miniseries como “Combatientes”, “Historias del corazón”. En teatro, recientemente presentó “Teatro para pájaros” bajo la dirección de Daniel Veronese y “Tribus” dirigida por Claudio Tolcachir, nominado a los premios Trinidad Guevara 2016. Fue nominado a los premios Cóndor de Plata 2016 por partida doble: como mejor actor protagónico (“Los del Suelo”) y como mejor actor de reparto (“Kryptonita”), resultando ganador por esta última. Ganador del premio al mejor actor protagónico en NYCIFF 2012 (New York City International Film Festival) por el film “Topos” y nominado a los premios Florencio Sánchez por su actuación en “Lote 77”. En “El desierto” recibe el premio al Mejor Actor Protagónico en el Festival de cine de género Buenos Aires Rojo Sangre. Solo por resumir una larga trayectoria con innumerables logros.

(Se acuesta en el diván)

Esta casa me hace acordar a la casa de mi abuela Julia… Bueno… ¡Qué difícil va a ser esto! Yo me analizo ya… y hace un ratito vengo de estar con mi padre que es psicoanalista de la EOL, Osvaldo Delgado. ¡Estoy rodeado!

Entonces, al psicoanálisis lo llevas dentro.

Si, y mi mamá también, Alicia Rosa Tymruk. Mi viejo si bien es lacaniano, en Psicología es el titular de “Freud I”, es muy interesante porque hace una relectura de Freud, y para algunos eso es una contradicción porque es lacaniano.

Lacan mismo decía: “Sean lacanianos ustedes si quieren. Yo, yo soy freudiano. (“Moi, je suis freudian”) y él mismo disolvió su propia institución que fundó en 1964, la Escuela Freudiana de París.

(Risas) ¡No sabía! Me gusta mucho leer a Freud, me parece muy bueno para leer, es muy claro y tengo la misma sensación cuando leo a Freud que cuando leo a Edgar Allan Poe, porque en los policiales, siempre se plantea la relación con el enigma. Cuando te hace creer que sucedió algo del orden de lo sobrenatural, Dupin, el genial detective de sus policiales de enigma, resuelve todo mediante la ciencia y desde la racionalidad. Freud toma casos que parecen muy extraños, como del orden de lo sobrenatural y de lo inexplicable, como el caso este de “papá, ¿no ves que estoy ardiendo?”. Y se puede pensar que el fantasma del hijo muerto se hubiese comunicado con el padre al quedarse dormido y tener al hijo en el lecho mortuorio, y él se despierta cuando el hijo le dice en el sueño: “papá, ¿no ves que estoy ardiendo?”. Ahí el padre se despierta, y ve que una vela se había caído y estaba prendiendo fuego el brazo del hijo. Entonces, Freud describe por qué el padre se despierta de este sueño y cómo en esta frase hay culpa por su hijo muerto. Es muy interesante y muy entretenido de leer.

Freud decía que el trabajo del psicoanalista es detectivesco y por eso, me interpela saber cómo nació ese actor que hay en vos.

¡Es super detectivesco! En realidad, yo no quería ser actor, quería ser mago…

A eso de los 7, 8 años quería ser mago y mis viejos me compraban juegos de magia y una vez en la revista “Humi” de la revista “Humor”, vino una edición especial sobre magia. A mí me encantó porque enseñaban trucos de magia y pusieron la dirección del local de magia, y ahí compré mi primer truco de magia. Pregunté por escuelas de magia y no había. Y al final, fui a una Escuela de Magia cuando filmé “Crónica de una fuga”.

Siempre estás preso.

(Risas) ¡Noooo, siempre no!, pero en “Crónica de una fuga” y ahora en “Unidad XV”, los prisioneros, en realidad secuestrados en una, y presos políticos en otra, se fugan de una cárcel en medio de una dictadura… (Pausa), pero quiero que volvamos a esto, porque hay algo ahí que coincide mágicamente, pero vos que sos una detective del Inconsciente, vas a ver que por algo hice esas dos películas. Como en “Kriptonita” que es una banda de “Nafta súper” que son unos delincuentes de La Matanza y que yo hacía el papel de Lady Di, una chica trans que representa a “La mujer maravilla” en la cultura de los cómics. Ahí está toda la liga de la justicia: Superman, Batman, Flash, La mujer maravilla, La mujer Halcón, el Dr. Raro, no, el Dr. Marciano. Y también todos son  personajes que se escapan de la ley imperante. En “Los del suelo” también… Es una película que yo interpreto a Remo Vénica que está internado en el monte chaqueño junto con Irmina Kleiner, los dos de la agrupación de las ligas agrarias que están vinculados con Montoneros y con los curas del Tercer Mundo, y que eran perseguidos por los militares en época de la dictadura. Ellos estuvieron durante 4 años ó 5 años en el monte, militando y escapando para sobrevivir, y ellos logran escapar también. Acá de alguna forma lo ligó a la militancia de mis padres. Eran del PRT. Se salvaron afortunadamente de correr la suerte que corrieron muchos de sus compañeros. También militantes de la Tupac Amarú y en plena dictadura se quedaron a dormir en mi casa de la infancia por unos días buscando cobijo.

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Y vos, ¿lograste escapar de la magia?

No, afortunadamente, estudié magia en la Escuela Fumanchu, que es una escuela de magia profesional de un local de magia que se llama Bazar de Magia. Por ese entonces mientras estudiaba al mismo tiempo filmaba “Crónica de una fuga”. Mis compañeros, aprendices como yo de magos, no entendían nada. De haber empezado las clases con una presencia prolija, pulcra, decente, de un momento a otro comencé a llegar sucio, con resto de maquillajes, a veces maquillajes de moretones, con las uñas largas, con el pelo rapado y con barba. Ahí ya tenía 27 años y ellos debían pensar que me había vuelto psicótico (risas). Aunque yo les explicaba que estaba filmando, me miraban muy raro. Después vieron la película y me felicitaron. Además tengo mi título de mago.  Quiero contarte también que diez años después de filmar la película, justamente preparándome para interpretar a Remo Vénica, conocí a Carlos “El gallego” García, que es la persona que yo interpreto en Crónica. Y para hacer de Remo Vénica también tuve la posibilidad de conocerlo y pasar tiempo con él. Largas charlas. Estos encuentros con estas dos personas para mí fueron mágicos. Totalmente agradecido y orgulloso de haberme encontrado en la vida con ellos.

Y además, cumpliste ese sueño de la infancia de ser mago.

Si pero me falta especializarme porque los magos tienen diferentes especializaciones, como cartomagia, prestidigitación, magia infantil, Close up, mentalismo, etc. Estoy orgulloso de mi título. De chico estudié actuación a partir de los 9 años en la Escuela de Alejandra Boero, siempre fue como bueno, no hago magia, pero hago teatro, para mí la actuación siempre estuvo ligada de alguna forma a la magia, a la fantasía y al creer algo que por ahí está, pero que se completa con la imaginación. Toda esa cuestión de la sugestión que se crea en el espectador, y en el propio actor que hace la historia. También me interesó la hipnosis. La mayoría de lo magos son actores, el 80 porciento de la magia, está en la actuación, ahí está el secreto, y el 20 o el 10 porciento en el truco. El truco es lo mínimo y lo más importante es la actuación. De hecho este año iba a filmar una película  que finalmente, se pasó para el año que viene y que es sobre magia.

Todo te va llevando hacia la magia.

Totalmente. A mí me interesa mucho el concepto del truco de magia y la simbología de  cada truco porque al mago una de las primeras cosas que le enseñan es el concepto de “Miss direction”, esto significa el desvío de la atención. El mago trabaja en dónde pone la atención del público. Por ejemplo, tenés una moneda y la depositas en tu otra mano, mirás en donde tenés la moneda y señalás con un dedo y con la mirada. El tema es dónde tiene que ir la mirada del espectador, la moneda está en la otra mano, en la que no miras. No es una cuestión técnica de que no vean dónde te guardas la moneda, sino por dónde llevan atención con tu mirada y señalando. Y eso es lo fundamental en la magia, es el verdadero truco, es la estructura del truco. La verdad que a mí esto me fascina, eso también está en la actuación y de lo que estamos hablando antes, de la cuestión detectivesca del psicoanálisis. Dupin, el personaje detective de Edgar Allan Poe y esto de la relación con los pacientes de averiguar: ¿Dónde está el crimen? Esa historia Inconsciente que está como por debajo y puja por salir todo el tiempo, causa síntoma y muchas veces genera malestar. Pienso que tengo una actitud no muy psicoanalítica pero si detectivesca en mis personajes, trato de entender cuáles son las razones invisibles que llevan a mi personaje hacer lo que hace. Cuando doy clases de teatro, en la actuación, les enseñó el método paranoico-crítico a partir de un libro de Salvador Dalí: “El mito trágico del Ángelus de Millet”.

El hecho de incluir a Dalí en tus cursos, habla de tu gusto por el psicoanálisis y se nota que lo traes con tus padres.

Si, te cuento que ahora además de mi apellido paterno adopté el apellido de mi madre: Tymruk, no en el documento pero sí como nombre artístico y por una cuestión de reivindicación de género.

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Y Tymruk es mágico.

¡Es muy mágico y suena muy musical, es hermoso! Y como apoyo la reivindicación de género y amo a mi madre, me parece correcto que me nombren con mi apellido materno también, además del paterno, los pongo juntos. Además, le otorga una intención con una musicalidad más ácrata. Cuando era adolescente tuve muchas lecturas sobre anarquismo: Bakunin, Kropotkin. Delgado es un apellido español medio anarco y Tymruk es anarco pero lo hace más punk. Es ucraniano.

Y tu abuela Julia, ¿qué origen tiene? La que recordaste con la casa.

Mi abuela Julia era italiana, y tenía una casa así, un PH, cuando entré a este lugar me pareció ver ahí, debajo de la escalera, una máquina de coser Singer a pedal como la de mi abuela y no ese escritorio que tenés. Y tiene que ver con lo que estaba hablando de Salvador Dalí; él vio el cuadro el Ángelus de Millet, donde hay una pareja de campesinos,  una mujer y un hombre que están en el campo, con un paisaje en medio de una gran llanura, y está amaneciendo o atardeciendo. No se sabe si es una puesta de sol o un amanecer, si se hace de día o de noche, y la pareja está rezando, y en el pasto hay una canasta de frutas. Dalí se pregunta por qué ésta imagen produce tanta melancolía. Esta tristeza al observar el cuadro, y al verlo me produce este síntoma y esta sensación de angustia, de tristeza, de melancolía. Salvador Dalí dice que en realidad, lo que está debajo de la canasta de frutas que está mirando la pareja de campesinos, es el féretro de un hijo muerto. El lo descubre mediante su método paranoico-crítico. Paranoico porque en realidad eso no está, lo que se ve es que hay una canasta de frutas, pero mediante un sistema de razonamiento detectivesco, Dalí argumenta que Millet tapó ese féretro y arriba pintó un canasto con frutas. Entonces es paranoico-crítico porque puede argumentar esa paranoia. En el Museo del Louvre pide hacer pasar esa obra por rayos X donde descubren que Salvador Dalí no estaba loco, y que debajo del canasto de frutas, estaba pintado un féretro pequeño. Por eso se dedujo que hay el cuerpo de un niño muerto.

¡Magia! Otra vez aparece algo que no se ve y nuevamente me hablas de un niño muerto: “papá, ¡¿no ves que estoy ardiendo?!”

Totalmente. Cuando leo los guiones, pienso que aparece debajo de la pintura, o sea, debajo del texto. Qué es lo que no están diciendo los personajes y no está visible, pero que está. ¿Qué es lo que el guionista está diciendo sin que lo sepa o sin que el personaje lo sepa pero que está todo el tiempo latiendo?

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Y acá, ¿qué está latiendo…? ¿Dónde está el crimen? Hay un padre que se despierta del sueño y ve que el cuerpo de su hijo está quemándose… Parece que como dice Poe la vida no es más que un sueño dentro de un sueño. Y Dalí aparece desde ese lugar. Me hablas del Nombre del Padre al que le incluis el apellido de tu madre, ahora tenés otro nombre…

Más que un crimen ahí veo un nacimiento… y para mí esta escena, todo, tiene que ver con la magia. Miro estas plantas con sus flores que están a los pies del diván y para mí la magia también es la vida. Ese milagro o dicho más científicamente, esa casualidad loca de sucesos que permiten la vida. Recuerdo cuando vi a mi primer hijo salir del vientre de mi ex esposa. Fue un momento de  tanta felicidad, es como ver a las personas florecer… Presenciar el nacimiento de tu hijo es lo más maravilloso del universo.

¿Algo en vos estará naciendo? De hecho te rebautizaste con el apellido de tu madre y tu padre, ¿será que ser vos  es vivido como un crimen, y no podes ver que detrás, puede haber un re-nacimiento?

Nada por aquí. Nada por allá y… magia. Ojalá. O como dice Silvio Rodriguez: “Debes amar el tiempo de los intentos”.  Y yo los amo.

DEL OTRO LADO DEL DIVÁN

Lautaro fue y es un mago. Sus actuaciones tienen magia y de allí ese poder hacernos “ver” otra cosa de la que está mostrando, siendo sus personajes totalmente versátiles, con matices muy sutiles y complejidades muy profundas. Desde el principio, Lautaro me advierte que no será fácil, no se refiere a analizarse conmigo (el psicoanálisis forma parte de su crianza y de su caja de mago), más bien lo que será muy difícil para mí es llegar a él. Me tira una pista como si fuese un juego: hay que ser Dupin, indagar, investigar, pero no alcanzaría sin tener algo de su magia para encontrar dónde está la “moneda”. Hay que ser Freud para escuchar lo que oculta su discurso, el subtexto más allá del texto. El sabe que esa es una tarea ardua para todo psicoanalista, y me deja ingresar en su universo de a poco para saber si estoy preparada para hacer magia con él. De entrada necesita ubicarme, aparece la comparación del consultorio con la casa de su abuela Julia, lo que le otorga un punto de referencia para pensar quien soy. Más adelante me contará que vio una máquina de coser que no tengo. ¿Qué me está pidiendo?  ¿Habrá que coser algo que siente roto en su interior? Me presenta a su madre psicoanalista y a su padre lacaniano, y Lautaro ¿quién es? Siento el deseo de averiguarlo como un detective que tiene que ir armando un rompecabezas de detalles nimios pero todos, todos extremadamente fundamentales.

Me interpela con un interrogante que aparece a través de un sueño dentro de su cadena asociativa: “papá, ¿no ves que estoy ardiendo?”. Me pregunto qué quiere Lautaro que “mire” o a dónde desvía mi ojo para que no vea  más que aquello que él evidencia: su ternura casi infantil, como si fuera un niño tímido, muy reservado y a quien necesita asegurarse que su interlocutor está a la altura de Freud y de Dupin para abrir su mundo. Se me plantea un gran desafío. Lejos estoy de actuar como mi maestro Freud y el detective Dupin, pero sé que quien está recostado en el diván me está invitando a jugar ¡y a mi juego me han llamado!

De la abuela, pasa a ubicarme con un interrogante muy potente y desgarrador,  en el lugar de padre y él, pasa a ser un niño que recrimina: “papá, ¿no ves que estoy ardiendo?”. Esta pregunta resuena en mí durante el resto de la sesión y me introduce en su sueño, al tiempo, que me estimula a estar muy “despierta” y a querer saber que arde dentro de Lautaro. ¿Por qué me ofrece esta escena donde hay un niño que reclama la mirada de su padre frente a su dolor y hay culpa por un niño muerto (aunque basculo entre la hipótesis que la culpa de la que habla Lautaro podría estar más relacionada con no “ver” lo que arde dentro de ese niño…). Hasta aquí, reina la pulsión escópica y la mirada está solicitada. Sólo que Lautaro está en el diván y no me mira. Entonces, decidí jugarla de mago y no le mostré mi moneda. Recordé a un gran maestro, José Bleger, discípulo de Pichón-Rivière, quien nos enseñó que la mejor técnica en una entrevista es aquella en la que no se ve que hay una técnica ni los hilos que la subtienden. Es ahí donde puedo salirme de su línea de fuga. Lautaro escapa de la “ley imperante”, sabe escapar de lo ya establecido y ya lo supo hacer en varias de sus películas. Tengo que ser Freud sin mostrarme ultra freudiana, o como su padre, ser lacaniano, dando cátedra de Freud.  Hay un trauma que lo signó con la militancia de sus padres que si bien pudieron sobrevivir a una dictadura, la tuvieron que atravesar con temor. Esto pudo hacer desencadenado un aspecto paranoide producto de la situación traumática vivenciada desde niño.

Pero, ¿dónde está la moneda? Siento que no debo buscar en donde hay que esperarla y  sé que la encontraré allí donde no espero hallarla. Y en ese “tiempo de los intentos”: ¡abracadabra! De pronto, apareció quien estaba detrás del cajón de frutas y no era un niño muerto, era un bebé que estaba naciendo y empezando a poner palabras a sus sentimientos. Lautaro está renaciendo y se está rebautizando. Lo que vivía como un crimen era el germen de aquello que está por florecer dentro de él, porque en ocasiones, tenemos que matar viejas estructuras para volver a nacer.  Y en esta formulación, donde lo muerto es lo vivo, Lautaro se puede reinventar a sí mismo con su propia magia. Es allí, cuando se sienta en el diván, me mira a los ojos y me pregunta: “¿podrías apagar el grabador?”. Por supuesto que lo hice, me había entregado la moneda, y todo lo que siguió después acordamos que quedará por siempre bajo secreto profesional.

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