Quiero tomar un aspecto del proyecto para imputar a los niños desde los 15 años, y este es la «inmadurez intelectual», esgrimida como atenuante. Parece tangencial pero no lo es.
¿Cómo se determinará la inmadurez intelectual? Sin lugar a dudas, los niños estarán sometidos a test que den cuenta del grado de comprensión de los hechos.
La evaluación a través de esta clase de test entraña ciertas cuestiones que no tienen ápice de ingenuidad.
Por un lado, representan una medida de la inteligencia, es decir, una concepción de la misma en términos de mensurabilidad.
Se comprende a la inteligencia en función de un rendimiento académico, ya que los test de inteligencia consideran la «inteligencia escolarizada» y sus «precursores» (razonamiento perceptivo, velocidad de procesamiento, comprensión verbal y memoria operativa).
El resultado del test es parametrizado, vale decir, sometido a estadísticas que determinan el grado de acercamiento a una supuesta normalidad.
Quienes sostenemos una mirada subjetiva sobre las infancias y adolescencias, sabemos muy bien que, más allá de toda estadística, no todos tienen la posibilidad de ir a la escuela, y que en caso de hacerlo, no siempre los resultados son los esperados. Sabemos, además, que sus » dificultades» obedecen no sólo a cuestiones individuales sino que cada singularidad es emergente de lo familiar, lo histórico-social, lo pedagógico, los lazos amorosos; que cada niño/a es productor/a y producido/a de y en un contexto epocal.
¿Tiene inmadurez intelectual un/a niño/a que tiene que trabajar, participar del cuidado de sus hermanos menores, participar de la organización familiar? No, porque allí están implicados aspectos intelectuales relevantes, como pensar, analizar, comparar, establecer prioridades, diferenciar.
Evaluar a un niño/a con test de inteligencia para determinar su madurez intelectual es someterlo a un modelo teórico fundado en un constructo estadístico y desconocer que las inteligencias, además de múltiples, pueden ser no escolarizadas.
¿Cómo «madura» un niño en un contexto familiar en el que no hay trabajo?
Así, estas mediciones se constituyen siempre como INSTRUMENTOS DE EXCLUSIÓN SOCIAL.
¿Qué necesitamos? Y lo digo en primera persona del plural ya que formó parte de la sociedad y de su construcción cotidiana:
Que haya políticas públicas de inclusión social en oposición a los cierres de escuelas, por ejemplo.
Que haya políticas públicas de prevención en salud, que consideren la salud mental, en oposición, por ejemplo, a la quita de subsidios por discapacidad, cierre de servicios en hospitales en aras de supuestas » unificaciones».
Que haya políticas públicas de trabajo y crecimiento económico, en oposición a los despidos masivos, flexibilizaciones laborales explícitas y/ o encubiertas.
Que nuestros/ as niños/ as y adolescentes jueguen, estudien y disfruten, y no que sean, y cada vez más, víctimas del neoliberalismo lapidario.
Que se atienda el dolor, el sufrimiento, y las condiciones sociales de producción de los malestares de los/as menores.
Y que construyamos sobre nuestras infancias y adolescencias, también como política pública, no una mirada que mida, normativice y juzgue sino una profundamente ética y humana, que sostenga y acompañe.